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La partida del heredero de Marcela, una mujer que salvó cuatro vidas

Mario Hernández prolongó su vida en 12 años tras ser recibir un pulmón de una joven talquina.
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Evelin Aguilar Paniagua

Recuerdos y un libro de poco más de 50 páginas son los tesoros que guarda Patricio Hernández y que le permiten, por instantes, remontarse a antes de aquel 24 de diciembre de 2016 en que la vida le arrebató a su hermano mayor, Mario.

Evoca con nostalgia que fue a los 72 años cuando su hermano dio su último suspiro, pero en medio de esa pena afirma que su partida hubiese sido mucho antes si es que no hubiera recibido un trasplante.

Aquel episodio que le dio una nueva oportunidad de vida a Mario se remonta al 2004, año en que recibió la esperada noticia: había un donante de pulmón.

"Con el trasplante su vida cambió totalmente, siempre me decía 'son años regalados que tengo'", comenta.

Cada vez que Hernández viajaba a Santiago, donde vivía su hermano, él le hablaba de la mujer que le donó el pulmón con el cual pudo salvarse de la fibrosis, sin embargo, fue en su funeral donde conoció de cerca la historia de ella. "Llegué al funeral y mi cuñada no estaba, y de repente me pilla por sorpresa el padre, la madre y la hija que ella tuvo antes de morir", narra.

Ese encuentro fue emotivo porque se trataba de la primera vez en que Hernández tuvo contacto con los padres de la donante, Marcela Alejandra Ayala, y con Fátima, la hija que esta talquina dio vida antes de fallecer. La presencia de esta familia en el velorio no solo fue para decir adiós a Mario, sino también para despedirse una vez más de su ser querido, porque con él se iba "la herencia de Marcela Alejandra".

La herencia

Y justamente así se titula el libro de 52 páginas que el padre de ella, José Ayala, entregó a Patricio Hernández en el funeral y con el cual pudo conocer a fondo cómo fue la vida y los últimos días de aquella joven que permitió que su hermano prolongara su existencia en este mundo por 12 años.

"Este escrito es un homenaje a una gran mujer, tanto para mantener en la memoria un recuerdo como para dar a conocer que además del gran dolor que sentimos al verla partir, también sentimos satisfacción al haber hecho realidad algo que ella realmente quería y que nunca pensamos que ocurriría: donar sus órganos".

Esta cita se lee al abrir aquel libro que el progenitor de Marcela Alejandra escribió en 2013 y que a través de sus páginas, cargadas de dolor y nostalgia, narra cómo fue que llegó aquel momento que por un lado embargó de dolor a su familia, pero por otro sembró esperanza en otras cuatro ya que su hija no solo salvó la vida a Mario sino también a otras tres mujeres que aguardaban por un donante de intestino delgado, riñones y páncreas.

Marcela Alejandra era una joven observadora, risueña y silenciosa. Así la describe su padre en el libro y recuerda que fue cuando ella estudiaba la carrera de técnico forestal en la Universidad Católica del Maule en que quedó embarazada.

La espera de la bebé se produjo sin sobresaltos hasta que una mañana un fuerte dolor de cabeza obligó a que Marcela Alejandra sea trasladada al hospital de Talca. Un derrame cerebral obligó a que la joven sea sometida a una cesárea de para retirar a su bebé de 34 semanas de su vientre.

Las horas de aquel 15 de noviembre de 2004 transcurrieron para José y su esposa Cecilia viendo a su hija conectada a un respirador artificial, a la espera de un milagro que la pudiera hacer despertar, pero esto finalmente no ocurrió y el médico les informó, dos días después, que el cerebro de Marcela Alejandra había muerto y que era el momento de decir adiós.

"Nos costó bastante aceptar aquello ¿Cómo era posible que estuviera muerta si su cuerpo con todos sus órganos estaba funcionando?", dice Ayala.

Lección de vida

Fue allí cuando surgió la consulta sobre convertir a esta joven de 25 años en donante. La decisión fue discutida por Ayala, su esposa e hijos y todos coincidieron en que la voluntad de ella era poder salvar vidas.

Comunicado esto al hospital, llegó el equipo de profesionales que retiró del cuerpo de Marcela Alejandra los órganos que luego regalarían vida a otras personas. Una de estas fue Mario quien, si bien el año pasado tomó el mismo rumbo de Marcela Alejandra, gracias a ella pudo disfrutar más de una década junto a su amada familia.

Hoy Patricio Hernández guarda todos estos episodios como una lección de vida y espera que toque el corazón de las personas para que se detengan a pensar y respondan: ¿serías capaz de donar órganos para salvar la vida de alguien más?.

"Con el trasplante su vida cambió (...) me decía 'son años regalados que tengo'".

Patrio Hernández, hermano de paciente trasplantado."