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Los sepultureros más antiguos develan las entrañas de su oficio

Jorge Toro y Ricardo Espinoza suman 35 y 33 años de experiencia, respectivamente, en los cementerios 1 y 3.
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Carlos Luz Aguilera

Desde que era un niño a Jorge Toro Pastén (62) le gusta ir a los cementerios, recorrer los pasillos donde están las tumbas, y cuando podía ayudaba a los demás. Ya adulto, a los 27, supo que debía volver a lo que lo hacía feliz en la niñez y convertirse de una vez por todas en un sepulturero. Dejó su trabajo como pescador y desde el primer día de trabajo en el cementerio 1, después en el 3, empezó a ser parte de los entierros.

Por llevar 35 años en este oficio, su número de sepultaciones sorprende. Calculando un promedio de 60 inhumaciones en un mes, en más de tres décadas, entonces, ha sepultado a 25.200 personas en Iquique.

"Personas o familias reconocidas se sepultan en el Cementerio 1. Yo sepulté, por ejemplo, a integrantes de las familias Sacco, Malagarriga, Delucchi, entre otros. No recuerdo a todos", dice Toro.

De los entierros en el 3 se le viene a la mente los de las niñas asesinadas por el psicópata de Alto Hospicio, Julio Pérez Silva. "Yo las enterré casi a todas". También recuerda los de más de 20 personas que perdieron sus vidas en una explosión en la industria Cardoen, en Alto Hospicio.

Por su experiencia, la calma es la cualidad principal que debe tener un enterrador. "Debemos conservar la paz en todos los funerales, porque no todos son iguales. Hay sepultaciones de evangélicos, militares, católicos y cada uno tiene una forma distinta de despedir a sus seres queridos (...) Actuamos, además, como los psicólogos de los asistentes (en cada acto). Muchos se acercan a nosotros y debemos escucharlos, aceptar su condición".

Los entierros más difíciles, sin duda, confiesa Toro, han sido los de sus familiares. "Sepulté a mi mamá, a mi papá, a dos tías, cuñadas y a mi hija (que tenía meses de vida). La diferencia con los otros es que en estos uno llora".

Quien lo sigue entre los sepultureros más antiguos es Ricardo Espinoza Ledezma, de 55 años. Con la base de que en un mes participa en unos 60 entierros, en 33 años de experiencia, en tanto, ha sepultado a casi 24 mil personas.

Después de salir del servicio militar, un programa de la municipalidad le dio la posibilidad de realizar el aseo en una necrópolis. Luego de dedicarse a barrer y retirar flores, el 4 de julio de 1984 se integró al grupo de sepultureros. "Ese día tuve un entierro y tiritaba entero. Era algo nuevo que uno conocía. Pero después con los meses, me empecé a poner más duro, frío. Y aquí estoy con 33 años de frialdad".

Sin embargo hay excepciones y cuando ha tenido que enterrar a un familiar, un recién nacido, se ha quebrado. También cuando presenció el de las niñas de Alto Hospicio. "Nos dolió harto".

Otra cualidad

Para Espinoza, la "sangre fría" es fundamental. "Por ejemplo, hay familiares que vienen con copete y empiezan a tirar vino y cerveza, y mueven de un lado a otro, de abajo para arriba, la tumba y cantan: "No se va, no se va. También hay balazos al cielo. En estos casos solo que hay aguantar".

También ha observado peleas de viudas. "Se ponen a distancia y cuando la primera coloca unas flores en la tumba de su enamorado, la segunda empieza a decirle cosas, como: 'ésta tal por cual le puso flores'". También ha visto peleas físicas, "pero no nos podemos meter, somos como los árbitros que observan desde lejos".

Solo hombres

Los dieciséis sepultureros en los cementerios 1 y 3 son hombres. Y siempre ha sido así, al menos desde que Toro ingresó a trabajar en 1982. "Jamás he visto a una mujer que se haya presentado al trabajo".

Sí han habido varios postulantes que han durado un día o menos. "Hay gente que le ha dado miedo los cadáveres, a otros las baratas, las arañas que se juntan en los ataúdes. En mi periodo he visto a varios que se van por esto", cuenta Toro. "Otros no aguantan los olores", agrega.

Toro y Espinoza, aparte de sepultar a fallecidos y realizar trabajos extras para generar un dinero adicional como la creación de placas de mármol para los nichos, como es el caso de Toro, deben mantener limpio el camposanto, un trabajo que realizan a diario, conocen de memoria y les ha generado problemas físicos.

Toro, por su parte, dice que ya casi no puede caminar. "Estamos todos cojos (...) Este trabajo te provoca dolores en la columna, en las rodillas, en los pies. Pero nadie ha muerto de alguna infección", por los bichos que merodean el lugar.

Estabilidad

Chile puede estar pasando por una crisis económica, pero a los sepultureros en su trabajo no les afecta directamente los altos y bajos, responde Toro. "Nuestro oficio no para y es necesario, siempre va a perdurar. Yo me voy a ir y llegarán otros. Siempre nos necesitarán".

"Actuamos como psicólogos de los asistentes. Debemos escucharlos"

Jorge Toro, sepulturero con 35 años de trayectoria"

"La diferencia con los otros funerales es que en estos uno llora".

Jorge Toro sobre los entierros de familiares"