Las manos que alimentan el oficio de la sastrería en la Feria Persa
Benedicto Yampara es un sastre boliviano que a sus 70 años mantiene sus ojos abiertos para vestir a los caballeros.
Para Harry Hart, un veterano agente de Kingsman (El Servicio Secreto Británico), su sastrería Huntsman tenía tanta importancia como las misiones que debía cumplir en esta película.
Y es que así como en el cine en la vida real un caballero que conoce de la elegancia sabe que encontrar un sastre será clave en su vestimenta para esa ocasión especial.
Especial será la palabra que describe a Benedicto Yampara, un sastre boliviano de 70 años que desde hace más de cinco décadas dedica sus manos a vestir a los gentiles hombres que llegan a su sastrería ubicada en la icónica Feria Persa de la calle Zegers.
Comenzó en Arica viendo cómo un sastre cosía trajes pero sus manos aún no estaban adiestradas para medir y cortas las telas que arman piezas. Sus 18 años se dividían en ese entonces en mañanas horneando pan y tardes hilvanando costuras.
"Me enseñaron a hilvanar a mano primero. Los primeros dos meses sólo me dediqué a esto y luego me pasaron a la máquina de coser que era a pedal porque no existían más modernas", recuerda.
Sus primeras piezas fueron para coser pantalones de hombre y todo fue por partes: cintura, bolsillos delanteros y traseros, y cremallera. Así fue entendiendo cómo se trabaja la sastrería.
"Aprendí a hacer pantalones luego de un año y de ahí pasé a otra sastrería. Allí obtuve más conocimientos porque el maestro me enseñó a hacer ternos y chalecos", manifiesta.
Su técnica de aprendizaje fue mirar con detalle cómo trabajaba el sastre de este lugar.
"Ellos cortaban todo a medida y así fui observando cómo se hacían. Al principio me tardaba tres días para hacer un terno completo; ahora se hacen hasta en medio día si el cliente está apurado. Todo es más rápido con las máquinas nuevas", asegura.
Estos primeros tres años en el mundo de las casas de sastre le ensañaron las técnicas básicas para vestir elegantemente a hombres por lo cual eligió quedarse en este rubro por el resto de su vida.
Cuando contaba con diez años de experiencia decidió montar su sastrería "Don Benito" con una máquina muy pequeña que le brindó la oportunidad de demostrar lo aprendido de otros maestros de las telas.
"Con una sola máquina se hace la ropa de hombres. Para hacer la de mujeres sí se necesitan otras máquinas Overlock y otras, pero en mi caso uso sólo un tipo de máquina de coser", expresa al momento que añade que sus clientes siempre buscan los trajes clásicos: un terno cruzado o de dos y tres botones.
La técnica
"Lo más difícil de aprender fueron las mangas porque no puede quedar con ningún detalle. Su caída debe ser perfecta y no debe tener ninguna arruga ni pliegue. Esa me costaba más, pero ahora no", comenta.
Yampara confiesa que ahora la vista le falla un poco al enhebrar la aguja pero que no por eso su técnica ha desmejorado. Al contrario, su pasión por la costura hace que sus 70 años sean un reflejo de una vida dedicada a la elegancia del hombre chileno.
La medida
Hacer un terno a la medida tiene sus trucos para que nunca su calidad penda de un hilo o, al menos, se pierdan las telas porque se cortó mal una pieza.
"Si queda pequeño ya no tiene arreglo y por eso siempre hay que dejar un centímetro de ancho después de la medida para agrandar en esos casos", sostuvo el sastre, quien no recuerda con exactitud cuántos trajes ha hecho en su trayectoria.
"Ya son muchos años para recordar cuántos trajes he hecho. Yo tenía mis 18 años cuando comencé y soy el único de mi familia que se dedica a la sastrería teniendo 70 años en la actualidad", expresa.
Estas siete décadas apenas se dejan ver entre su cabellera completamente blanca que cubre con una boina gris. Sus manos están moldeadas a la forma de las tijeras y si bien ya no tiene que darle al pedal porque su máquina es eléctrica, sus ojos mantienen la nostalgia de quien aprendió un oficio que lucha por no quedarse en el olvido.
"La diferencia de comprarse un traje hecho y mandar a hacer uno a la medida está en que siempre por talla le queda bien, pero el largo de la manga y del terno nunca le queda largo", apuntó el sastre.
En su experiencia el cliente siempre llegará al sastre porque busca corregir estos detalles para poder verse bien vestido.
"La mayoría viene porque nunca les queda bien armado el traje. Si lo vienen a hacer acá no queda con esos detalles, queda bien porque tiene todas las medidas de ese cliente", afirma.
Según cuenta Yampara un terno tendrá un costo aproximado de 70 mil pesos y esto incluye todos los materiales necesarios para su confección y los colores que buscan siempre son negros y azul.
"Yo me siento bien con mi trabajo. Me sirvió todo lo que aprendí siendo joven porque en cualquier lugar a donde voy siempre hay una sastrería y me dan trabajo", precisa.
Esta visión amable de su oficio le permitió estar la mayor parte de su vida en Arica a donde llegó desde La Paz, Bolivia, para encontrar el trabajo que lo ha sustentado desde siempre.
"Ahora ya no hay sastres jóvenes. La mayoría son de mi edad o un poco más jóvenes. Esto es lo que yo he visto por lo menos en el norte de Chile y en su mayoría los que hay son extranjeros", expone.
Finalmente para este sastre lo más importante que debe aprender quien elige este oficio es saber que en los detalles está la elegancia.
"Lo primordial es saber en dónde cae cada parte del terno. Allí se esconden los secretos", dice sabiamente.
"En cualquier lugar a donde voy siempre hay una sastrería y me dan trabajo".
Benedicto Yampara,, sastre boliviano, sobre el oficio de la sastrería y sus ventajas."