Las personas que viven una solitaria Navidad en Tarapacá
Unos cumplen turno en la noche, otros viven lejos de su país. Sus historias tienen días alegres y tristes.
Las fiestas de nochebuena y fin de año no sólo traen alegría, también producen sentimientos encontrados para muchos.
Garzones, guardias de seguridad, bomberos, empleados de la minería, personal de turno en farmacias y hospitales, son algunos de los que se sacrifican trabajando los feriados.
Ejemplo de esto es Juan Castro, quien tiene contrato en Cosayach y anoche cumplió turno de siete a siete, mientras su esposa y sus cuatro hijos lo extrañaban en la cena.
Juan cuenta que junto a sus compañeros, al inicio del turno, hacen una sencilla convivencia, luego a las 12 de la medianoche tienen 15 minutos para llamar a sus seres queridos y regresar a trabajar, "porque la minería no para", afirma.
"Tengo sentimientos encontrados, pero después se me pasa", dice Juan, quien hoy aprovecha para descansar y compartir con sus hijos, entre 16 y 3 años, para volver a la mina a las 19 horas.
Lejos de su país
Otras personas como Luz Buitrago, prefieren trabajar en estas fechas especiales, para así distraer la mente y olvidar que están lejos de sus seres queridos.
Ella es garzona en el Agro y debe sonreír mientras por dentro llora, porque migró de Colombia hace dos años, junto a su pequeña hija, y en noviembre tomó la dura decisión de enviarla a pasar las fiestas en su tierra.
"Mi hija no merece vivir la Navidad aquí, alejada de nuestra familia y de nuestras costumbres", dice Luz, con la voz entrecortada y conteniendo las lágrimas.
A las 17 horas salió de trabajar ayer y no tenía idea de lo que haría. "No quiero pensar en eso, porque me siento apachurradita", dijo entre sollozos.
"Allá la familia y los vecinos son muy unidos, es algo más de piel, pero aquí la gente es muy independiente, cada quien comparte con su familia y no le interesa más nadie", comenta Luz, quien vive arrendando una pieza.
Igual de triste que Luz se siente Rodolfo Cuba, quien llegó a Iquique hace cuatro meses, proveniente de Venezuela, vino a juntarse con su hermana a quien no veía desde hace dos años, pero hace 15 días ella viajó a su país para celebrar las fiestas con la familia.
A pesar de que dicen que los "hombres no lloran", Rodolfo dejará correr una que otra lágrima, en la soledad de su pieza, porque asegura que no sabe cómo explicar lo que siente.
"Son sentimientos encontrados, recuerdos de mi infancia, gaitas (música típica zuliana) que se me vienen a la mente, la comida, las tradiciones, los amigos y la familia, tantas cosas en las que pienso y no puedo tener en este momento", expresa Rodolfo, quien hace una pausa y agrega que tratará de pensar en las cosas positivas para alejar la tristeza de su mente.
Madre abnegada
La historia de Ana Salas es digna de contar, porque se separó de su marido y tuvo que salir a trabajar para mantener a sus cuatro hijos.
Esta fue su primera Navidad en familia, después de siete años de sacrificios en los que trabajaba en el Día de la Madre, Año Nuevo, y en los cumpleaños de ella y de sus hijos.
Ahora es guardia de seguridad, pero no le tocó turno de noche esta semana, mientras que anteriormente servía comida para los trabajadores de la minera y allí no existían las fechas especiales.
"Uno deja de lado a la familia por el trabajo. Yo me he perdido de celebrar fechas muy importantes, como la licenciatura de mi hija", comenta Ana.
Ella dice que en esos momentos de soledad, alejada de sus seres queridos, aprovecha de pensar y de valorar la vida.
"Cuando están en tu casa es una fecha más, pero cuando estás lejos es cuando añoras tener a los hijos a tu lado. El trabajo es sacrificado, pero rinde frutos, gracias a mi esfuerzo he logrado pagarles la Universidad", indica Ana.
Juan, Luz, Rodolfo y Ana, no se conocen, pero tienen en común sus nostalgias y para ellos la Navidad es algo más que un regalo debajo del árbol.
"Yo me he perdido de celebrar fechas importantes, como la licenciatura de mi hija".
Ana Salas,, guardia de seguridad."