El Papa en Iquique
El 18 de enero, seremos muchos los que dirigiremos nuestros pasos a Playa Lobito, para encontrarnos como Iglesia, pueblo de Dios, y ahí juntos manifestar la alegría de ser creyentes, de ser Iglesia, y celebrar nuestra fe junto a aquel hombre que ha recibido la misión de confirmarnos en la fe; nos encontraremos con aquel hombre sencillo y creíble que es el Papa. Cuando se me pregunta qué espero de la visita del Papa, lo primero que se me viene a la mente es esto: que nos confirme en la fe, que con su palabra nos anime al seguimiento del Señor, esta es la primera y fundamental tarea del Papa, que él nos haga sentir con fuerza aquello de que "Conocer a Jesucristo por la fe es nuestro gozo; seguirlo es una gracia, y transmitir este tesoro a los demás es un encargo que el Señor, al llamarnos y elegirnos, nos ha confiado."
El Papa en el desierto nos hablará, queremos escucharle con fe; su palabra siempre cariñosa, en algunos momentos nos anima, consuela, y en otra nos exige y corrige. Por eso en nuestro desierto, podremos escuchar cuando nos hable no solo a nosotros sino al mundo cristiano y todas las personas de buena voluntad, acerca de la realidad de la migración, porque en medio nuestro y en tantos lugares del mundo hay hermanos que anhelan que aquello de acoger, acompañar e integrar sea una realidad que les permita seguir viviendo con un poco más de esperanza.
El Papa podrá ver en Lobito a una gran cantidad de hermanos y hermanas, que le mostrarán cómo se vive la fe en los diferentes santuarios de nuestro norte, cómo este desierto se llena de color de música, canto y baile cuando junto a la Virgen, al santo Patrono y junto al altar el creyente quiere rezar. Queremos que el Papa bendiga estas expresiones de fe tan nuestras, y que anime a todos los que de ella participan a ser verdaderas comunidades cristianas que por desborde de gozo al creer expresan así su fe.
Será un día de gran fiesta, fiesta del encuentro: muchos venidos de diferentes lugares nos abrazaremos en el momento del rito de la paz. Fiesta de la acogida: cuántos abrirán sus casas y corazones para acoger a quien llega de lejos, la ciudad entera se ha de preparar para ello. Fiesta de la fe, donde miles rezaremos, cantaremos y bailaremos y donde también haremos silencio para escuchar al Señor que siempre nos tiene palabra de vida eterna y nos trae la paz. El 18 de enero será la Fiesta de los que saben amados, confirmados en la fe y enviados. Sí porque ahí en el desierto recibiremos el don del agua viva que es el Espíritu Santo, ese Espíritu que es capaz de hacer nuevas todas las cosas y de ponernos en movimiento. El desierto es el lugar para caminar, no para quedarse detenidos.
"Será un día de gran fiesta, fiesta del encuentro".
Guillermo Vera Soto, obispo Diócesis de Iquique."