Secciones

La valentía de vivir trasladando muertos en una carroza fúnebre

Enrique Aguirre se dedica desde hace 38 años a trabajar como chofer y preparador de fallecidos.
E-mail Compartir

Crismary Castillo Marengo

Enrique Iván Aguirre Aguirre tiene el poder de llevar la muerte en sus manos desde hace 38 años cuando comenzó a manejar una carroza fúnebre.

En ese entonces por las calles de Iquique transitaban a caballo los carros en donde eran trasladados los difuntos hasta el Cementerio 1 o el Cementerio .

"Yo anduve en las carrozas. La gente ha mantenido la costumbre de andar a pie y en la única parte donde uno veía que seguían con carrozas de caballo era Iquique. Llegamos a tener unas 15, de guaguas y de adultos", asegura.

Y era tanta la normalidad de este trabajo que los caballos hacían su recorrido saliendo desde Latorre en donde estaban las caballerías y, al llegar al Cementerio 1 y dejar el encargo, seguían el camino solos hasta sus aposentos.

"Ellos sentían que se bajaban las coronas y bajaban Latorre hasta Octava Oriente y se guardaban. Los cocheros se venían a pie con la seguridad de que no se perdería la carroza", dice.

Amor por los caballos

"Yo entré a trabajar aquí porque desde pequeño tengo un gusto por los animales, especialmente con los caballos y esto sigue actualmente. Me encantan los animales y esto me gustó del trabajo", comenta.

"Hace más de 15 años hubo un accidente súper feo en Alto Hospicio porque chocó un camión con un auto y los cuerpos quedaron destrozados. Una vez que Carabineros terminaba el procedimiento yo ponía el cuerpo en la bandeja y listo", manifiesta.

En los años 70' el Servicio Médico Legal no tenía vehículo para recoger cadáveres y en la funeraria contaban con un furgón y Aguirre los recogía: ahogados, homicidios o accidente era todo por igual.

Sangre fría

Aguirre se caracteriza por tener sangre fría ya que la serenidad con la que cuenta sus historia deja ver que no se conmueve o afecta fácilmente.

Y, esta característica la heredó uno de sus nietos. "Mi nieto de 11 años me acompaña siempre y no le tiene miedo a nada. Desde chico está conmigo. Está acostumbrado. El 'finaito' se queda aquí y mi nieto los mira sin ningún reparo", cuenta.

Sobre el carácter que se necesita para su trabajo, Aguirre lo describe literalmente desde sus entrañas: "Hay que tener estómago. Cualquiera no lo hace. Si yo te mando a vestir un muerto no lo harías pero yo lo hago en cinco minutos, sea hombre o mujer. Muchos me han dicho que nunca harían este trabajo".

Su argumento toma más peso cuando recordó aquel mes que a través del mar, viajaba a diario a Pisagua en el año 1974 para traer cadáveres.

"Nos habían dicho que era un cementerio chino y que teníamos que pasar por Pisagua vieja hacia abajo. Al final tuvimos que cavar casi al frente del cementerio de Pisagua y allí estaban las fosas", precisa.

Los artilugios de su labor sumaron la mortífera explosión en la planta Cardoen que dejó 29 muertos y 10 heridos un 25 de enero de 1986 cuando tuvo que bajar junto a su otro compañero los restos de aquella tragedia.

"También fuimos a buscar los cuerpos calcinados del incendio en la cárcel de Iquique. Eran cuerpos enteros que estaban quemados, no tenían ni un pelo. Esto me impresionó más que lo de Cardoen", expresa.

Al consultarle si tiene una terapia para no llenarse la mente con todas estas historias trágicas dice que es sólo parte de su trabajo.

"Cuando me voy a dormir ni me acuerdo. Te acostumbras y después llegas a tu casa a comer o a dormir. Te olvidas", afirma.

Finalmente Aguirre expresa que por estos días muy pocas personas se interesan por este trabajo y se complica la generación de relevo. "Para esto hay que tener toda una vida con los muertos", cierra.

"Te acostumbras y después llegas a tu casa a comer o a dormir. Te olvidas".

Enrique Aguirre,, chofer de carrozas fúnebres, sobre la rutina de su trabajo."