Karina Sánchez
Tan solo a cuatro kilómetros de Pica y a 100 de Iquique, se levanta el poblado de Matilla, junto a la quebrada de Quisma, tierra de agricultores y de monumentos históricos, como la iglesia, el campanario y el lagar.
El poblado data de 1760 y fue uno de los sitios utilizados para vivir por la aristocracia de la zona. Su tradición histórica nace en la producción de vinos durante el siglo XVIII, que fueron llevados a las principales ciudades del virreinato de Perú, como Arequipa o Potosí.
La directora de turismo de la Municipalidad de Pica, María Vilanueva Salas, invitó a visitar el pueblo esta semana, debido a que el viernes comenzaron los carnavales y se prolongan hasta el 24 de febrero. Villanueva dice que desde Iquique salen transfer todos los días, cada media hora hacia Pica, con salidas desde las 7 hasta las 18 horas.
Recorrido
La iglesia de San Antonio sobresale con su estilo barroco, mezclado con neoclásico y con el campanario, a pocos metros del edificio principal.
A pesar de ser destruida por uno de los tantos terremotos que azotaron la región, sus cimientos se mantienen y la actual edificación data de 1887, exceptuando el campanario que es el único sobreviviente desde su inauguración en el año 1721.
En la juguería del pueblo están las llaves del templo y la dueña, la señora Hilda, siempre está dispuesta a prestarla a los visitantes que deseen conocer este monumento histórico, declarado como tal en 1951.
La misma petición debe repetirse para visitar el lagar. Con llaves en mano el turista se aventura a conocer el antiguo mundo de las cavas, hechas a la usanza española.
Esta industria vitivinícola funcionó durante el siglo XVIII y aún mantiene los aparatos que la transformaron en uno de los principales productores de la dulce bebida.
La directora de turismo recomienda probar los afamados alfajores de mango o un jugo donde Hilda, además de visitar el santuario de Aldo Rojas.
Y es que con el mismo nombre del cerro bíblico "Gólgota" se levanta un santuario dedicado a Jesús, propiedad del artistaAldo Rojas, donde se observan representaciones con movimiento y sonido de la Crucifixión, el Santo Sepulcro, el Nacimiento de Cristo, el Bautismo y la Última Cena.
A pesar de ser propiedad privada, abre sus puertas al público gratis, todos los sábados desde las 16 a las 21 horas.