EDITORIAL
Realidad migratoria
La migración en Chile ha tenido un explosivo aumento en los últimos cinco años y es un fenómeno que no da luces de frenarse, al contrario. Cada día son más las personas que llegan a nuestro país en busca de mejores oportunidades de vida.
Además, a diferencia de lo que sucedía en décadas pasadas, esta migración ha explotado más allá de las nuevas posibilidades laborales que buscaban los habitantes de países vecinos. En los últimos años ha sido masiva la oleada de colombianos, venezolanos, haitianos y, en el último tiempo, cubanos.
En el caso de Tarapacá una muestra clara de esta oleada migratoria ha sido la matrícula de los establecimientos educacionales municipales, ya que, de los 79 alumnos extranjeros que había en 2009, la cifra alcanzó los 2.897 estudiantes el año pasado.
Lo mismo se ve en las atenciones de salud y demás servicios que entrega el Estado a las familias vulnerables que habitan en nuestro territorio.
Pese a que estos servicios en general funcionan de buena forma en pos de asegurar los derechos humanos de quienes llegan al territorio, urge mejorar una serie de detalles en nuestra política migratoria que data desde 1975, donde la realidad era muy distinta a la actual.
En este sentido está la dificultad para que quienes llegan al país puedan regularizar su situación, lo que se puede ver con las interminables filas que deben realizar, incluso por más de 20 horas, afuera de las oficinas de extranjería.
Al mismo tiempo, este retraso normativo propicia la generación de delitos a partir del ingreso de migrantes, como la trata y el tráfico de personas, donde se han multiplicado los casos, principalmente en el norte de nuestro país. Los afectados han dado testimonio de los vejámenes que han debido sufrir en travesías llenas de engaños por parte de bandas que lucran con ello.
Por todo lo anterior se debe trabajar en actualizar una regulación que se preocupe de cuidar todas estas situaciones, pero que vea el fenómeno a futuro, no con un ánimo restrictivo, ni tampoco de permisividad total, sino pensando en que se trata de un fenómeno global que ya se instaló y del cual el Estado debe hacerse cargo.
18 de febrero de 1998
La gran cantidad de personas que se apostó a lo largo del parque Playa Brava para seguir celebrando el Carnaval de Iquique en la segunda jornada dio realce a la fiesta que comenzó con la actuación de conjuntos musicales en los tres escenarios dispuestos.
"Este retraso normativo propicia la generación de delitos a partir del ingreso de migrantes, como la trata y el tráfico de personas"."
18 de febrero de 1998
Un importante cargamento de trigo llegó al puerto de Iquique, el cual debe ser retirado antes del mediodía de hoy. Según informó Emporchi, la carga que llegó desde Argentina pesa 42 mil toneladas, las que serán llevadas a la Molinera industrial Azapa S.A.
Show de los Lobos
Se pasó el verano y tanto turistas como iquiqueños se quedaron sin ver el Show de los Lobos en Cavancha. Aunque existen algunos que se oponen, la gran mayoría de personas esperaban el espectáculo durante vacaciones.
Travesía
Solo para valientes es la travesía náutica del Morro, donde los competidores deben realizar el recorrido sin la ayuda de equipamiento. Ayer se vivió un final de película, que ofreció un gran espectáculo a quienes llegaron a ver la llegada de los nadadores.
Reencuentro
Los Dragones tendrán una buena oportunidad para reencontrarse con sus hinchas en el Municipal de Cavancha. El cuadro ha mostrado un buen juego en este torneo, donde a raíz de las obras en el nuevo estadio no podrá jugar todos sus partidos de local en Iquique.
El Rey Momo
Jugar a la chaya era lo que se esperaba en el mes de febrero. Marzo ni se aparecía y Cavancha era lo más parecido al paraíso. Preparar los globos con agua, los proyectiles hechos con papel de volantín y con harina, ojalá sin gorgojos. El palo de escoba servía como modelo (medio jeme).
Se depositaban en cajas de zapatos como quien guarda un tesoro. Los globos venidos del puerto libre de Arica se llenaban de agua, escasa en ese tiempo, en que nos bañábamos a eso de las seis de la tarde, cuando volvía a correr por las viejas cañerías. De lo contario a jarrazos nos sacábamos la sal de nuestros cuerpos, en esa agua almacenada en tambores de aceite forrado, en su interior, con cemento. ¿Quién tenía calefont?
Los barrios no postulaban a proyectos para financiar sus carnavales. Se movilizaba la gente para preparar las comparsas del día domingo. "Ay mama Inés / todos los negros tomamos con café" y el coro contestaba: "Con leche". Mis vecinos, los del Matadero, ya sea en su sede o en el Dándalo, movían todos los hilos para hacer notar su presencia en la ciudad. No existía la palabra identidad cultural, y la gente se organizaba aún más. La viuda, un matarife vestido de mujer, sintetiza el dolor del barrio. Ese domingo no había fútbol. Se suspendía, como correspondía. Los matarifes, familiarizados con la muerte, la sangre, el fútbol y el boxeo, se transformaban en niños desafiando a la vida y la muerte. Recuerdo al "Guata de llamo" personificando a un verdugo. Y a un amigo de mi padre, conocido como Mickey Rooney arriba de un coche de guagua, con pañales y con una mamadera llena de vino tinto. Iban por la calle Juan Martínez rumbo a Cavancha. Iquique, los esperaba y los agasajaba. La ciudad era una sola: festiva y bullanguera, abierta y sensible.
El Rey Momo se hacía a la mar cubierto de fuego. La ciudad dialogaba consigo misma envuelta en una gramática en la que la primera persona del plural era lo más importante.