El amarrador de barcos que venció todas las tormentas
Alejandro Gallardo trabaja hace más de una década en el puerto de Iquique. Su vida es digna de una novela en la que el protagonista lucha desde su nacimiento contra el olvido pero que gracias al arte logró cumplir sus metas.
Son las 16 horas y la brisa del mar que llega al puerto de Iquique hace que nada en la vida parezca imposible.
Así lo siente Alejandro Gallardo cuando está sentado a un costado del puerto a la espera para hacer su extraordinario trabajo de amarrar buques al muelle. En ese lugar ha visto llegar a cientos de barcos de lugares remotos para atarlos a la tierra que lo alberga desde que era un pequeño de apenas unos meses de nacido.
"Yo nací y mi madre me abandonó. Vivía en casa de mis tíos y mis días transcurrían de casa en casa cuando me decían 'Jano ve para allá o Jano vente para acá'. A los cinco años recuerdo que se nos quemó la casa en donde estábamos en Iquique y quedamos de brazos cruzados frente a los escombros quemados con sólo lo que traíamos puesto", rememora Gallardo.
"Jano", como es conocido en su barrio, El Morro, comenzó a sobreponerse ante el olvido y las contradicciones que la vida le presentaba. A los nueve años descubrió que tenía talento para las artes y comenzó a tocar la guitarra.
"Me entregaron a un hogar de menores y no sé por qué. Ahí se llevan a los niños que están solos en la vida. Sólo estuve un año porque investigaron que sí tenía familia", manifiesta Gallardo quien hizo sus estudios de primaria en la Escuela 59 del Hogar de Menores en Pedro Prado en donde ganó concursos de dibujo y guitarra.
El arte
Ese fue el inicio de las artes en su vida y que -según expresa- le tocaron el alma e hicieron que viera otras luces y caminos para encontrar un equilibrio que lo llevara a continuar luchando.
"Tenía que estudiar y trabajar. Ambas cosas eran importantes para mí y por eso comencé en la nocturna para poder ganarme el pan en el día. Pero no pude terminar porque ya en cuarto medio el cuerpo no me daba para estar atento en las noches y fue algo que me costó aceptar", refiere.
La aceptación llegó cuando conoció las artes marciales. Su vocación es tal que actualmente es cinta negra en Taekwondo e imparte clases de guitarra.
Vivir del puerto
"Trabajar en el puerto es demasiado arriesgado. Yo recuerdo que el primer día de trabajo murió una persona aplastada. Fue impactante porque llegué y ese día el puerto no funcionó y no pude iniciar mi nuevo trabajo. Pero esto no fue motivo para que yo viera el trabajo como algo negativo y seguí asistiendo de forma normal", comenta.
Gallardo cuenta que comenzó a trabajar en el puerto en el año 2004 gracias a la ayuda de su suegro, luego de dedicarse mayoritariamente a guardia de seguridad.
"El puerto es tranquilo. Uno se sienta con los colegas a un costado para esperar al buque y echa la talla. Hay un casino para descansar y allí lo pasamos bien. Es fresco y uno se la pasa tranquilo mientras hace su trabajo", dice.
Según detalla su labor consiste en amarrar y desamarrar cada nave que atraca en el puerto dada la ubicación designada en la planificación portuaria.
"El buque más 'cototo' es de 200 metros. Nosotros somos ocho personas que trabajamos, cuatro de cada lado del barco para el amarre y desamarre que no dura más de 15 minutos", indicó.
Para este trabajo tiene una conversación directa con el capitán del buque que le va indicando los tiempos a la tripulación para el amarre o desamarre.
En guardia
Ser amarrador de buques significa estar en guardia las 24 horas del día. La rutina consiste en que una hora y 45 minutos antes de cada atraque son llamados a sus puestos de trabajo.
"No es una maniobra fácil. Somos ocho y tienen que estar todos para poder hacerlo. Una de las cosas más importantes es la experiencia y que tenemos la tarea previamente visualizada, aquí no se puede improvisar porque ante cualquier error, se comienza desde cero", apunta.
Gallardo expresa que en total son 12 amarradores que trabajan en ambos puertos EPI e ITI, y durante el mes descansan seis días.
"Es una labor pesada. Del barco nos tiran los 'spring' que son las amarras que se colocan en diagonal. Uno de los springs parte de la proa del barco en dirección a popa, hasta alcanzar el punto de amarre que está sobre el muelle y el otro spring parte de la popa en la forma contraria", detalla el amarrador, quien agrega que básicamente son los que se utilizan para dejar el barco parado y en posición para ser amarrado a tierra.
"Esto cae al agua y entre los cuatro los acercamos al muelle. En general se me hace fácil porque ya son muchos años. Cuido mi trabajo porque afuera está feo", precisa.
Su labor como amarrador lo mantiene activo y en él encontró la manera de ganarse la vida de forma honrada como siempre quiso hacerlo.
"Mi pasión es la música y las artes marciales. Por mí me dedicaría sólo a eso, pero no se puede. Sin embargo doy clases de guitarra y de artes marciales a quien pueda porque me gusta enseñar", asegura.
Nada imposible
A su juicio no hay nada imposible porque el arte lo ayudó a superar sus barreras ya que pensaba que no tener estudios superiores lo hacía peor persona.
"Aprendí a través del arte que aunque sea técnico medio no era menos persona. He superado mis trancas como la depresión, los altos y bajos y lo malo", recuerda.
Finalmente el amarrador dice que la vida le dio la oportunidad de aprender a controlar su mente y sus pensamientos, ya que entendió lo importante que es su vida y que todos somos seres humanos con inteligencia y habilidades por desarrollar.
"Parece increíble pero eso a mí me ha ayudado porque en un momento pensé que no valía la pena vivir, pero a través del arte me di cuenta de las cosas que tenía y que me estaba perdiendo", expresa.
También se dedica a la musicoterapia para ayudar a otras personas a estar mejor concentradas. "Hago un montón de cosas y aprendo cada día más cosas. Gracias a Dios tengo todo esto, me costó mucho pero tengo paz y tranquilidad mental", cierra.
"Trabajar en el puerto es demasiado arriesgado."
Alejandro Gallardo,
amarrador de buques."
"A través del arte me di cuenta de las cosas que tenía".
Alejandro Gallardo,
amarrador de buques."