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Angélica, la única mujer que teje sombreros aymaras

El año pasado registró su emprendimiento. Hoy espera transmitir el oficio a su hija.
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Karina Sánchez

Es la séptima de once hermanos y aunque todos aprendieron de su padre el oficio del tejido de sombreros típicos aymaras, ella fue la única que decidió continuar con la tradición.

Su nombre es Angélica Mamani Amaro, hija de Sebastian Mamani Amaro y de Regina Amaro Esteban. Tiene 35 años de edad y el año pasado registró su emprendimiento como "Amaru: Artesanías con Identidad".

Su padre nació en Ancuaque, su madre en Quebe, ambos pueblos de la comuna de Colchane, pero ella y la mitad de sus hermanos nacieron y se criaron en Limaxiña, un pueblo aledaño a la Quebrada de Tarapacá.

Tradición

"Mi papá cuenta que teje desde los 8 años, porque su papá no le quiso comprar un sombrero y así fue cuando decidió tejerlo para uso personal, luego para el resto de la familia. Algunos los vendía y otros los cambiaba por quinua", relata Angélica.

Las fibras con las que realiza sus tejidos son la paja o huaylla de la cordillera, la cola de zorro y la totora de la precordillera, al igual que la palmera de la costa.

"Mi papá nos enseñó a trenzar la fibra, era un rollo del tamaño de un plato y de allí sacábamos un sombrero", cuenta la artesana, quien vive en Cariquima y pasa el verano en Alto Hospicio.

Estudios

En Hospicio estudió y se graduó como Técnico en Vestuario, "por eso se me hizo más fácil aprender este oficio, porque hay que confeccionar y coser", añade Angélica.

Esta emprendedora además diseña ropa con aplicaciones de tejidos, poleras deportivas, uniformes de hospitales y escolares, todo por encargo.

Angélica viajó en 2015 a Santiago, junto a otras artesanas aymaras, donde representó a la región y mostró sus hermosos sombreros tejidos, a los que le da color cuando los adorna con una cinta.

"Ese viaje me sirvió bastante, porque allí les tomé el valor que tienen", dijo.

"Mi trabajo representa una enseñanza, es el patrimonio de mi familia y mi papá es el gestor de esto, ojalá pueda transmitírselo a mi hija y a otras personas también", agrega Angélica.

Enseñanzas

Al igual que artesana, esta mujer es madre de una niña de 5 años llamada Sumaya, quien cada vez que la ve tejiendo la observa con atención y le pregunta si necesita ayuda.

Madre e hija utilizan a diario el sombrero típico aymara, se sienten orgullosas de sus raíces indígenas y cada vez que pueden se visten con los trajes que identifican a las mujeres de su linaje.

Dar clases de tejido de sombreros es una de las metas que Angélica se ha trazado para este año, pues reconoce que no le ha dedicado el tiempo necesario hasta ahora y que requiere más planificación.

Lo que sí ha hecho son cursos de capacitación, porque quiere perfeccionar su técnica y poder dedicarse en un 100% a su oficio artesanal.

"Mi papá y yo somos los únicos de la región de Tarapacá que hacemos este trabajo", afirma.

Un día y medio demora Angélica en tejer un sombrero, el cual vende entre $20.000 y $25.000 pesos, dependiendo del tamaño, algo que puede parecer costoso si se desconoce el valor cultural que guarda cada pieza.

Turistas de Francia e Inglaterra se han llevado a sus tierras este hermoso recuerdo, cuenta.

"Mi trabajo representa una enseñanza, es el patrimonio de mi familia y mi papá es el gestor"

Angélica Mamani,, artesana aymara."