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Pampinos relatan su historia de amistad en Humberstone

En el marco de la inauguración de nuevas locaciones en la exoficina, los amigos recordaron cómo era vivir allí.
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Vanessa García Villalobos

Los pampinos tienen tantas historias por contar que podrían escribir cientos de libros con diferentes relatos.

Con el pasar de los años, su narración se vuelve mucho más emotiva. Sin embargo, aseguran que ya no lloran porque superaron esa barrera entre nostalgia y realidad.

Al menos ese es el caso de Julio Morales (70) y Ociel Rodríguez (82), quienes son amigos y socios de la Agrupación Pampa y Mar Arica e Iquique.

A pesar de que ambos transcurrieron parte de su vida en la ex oficina salitrera Humberstone, nunca se conocieron y sólo lo hicieron hace años atrás.

Morales dio a conocer que dejó su casa en esta parte de la pampa cuando tenía 6 años. De ahí emigró a las oficnas San Henríquez, La Granja y Victoria. Luego bajó a Iquique y actualmente vive en Arica donde tiene una vida plena dedicada al ocio.

Rodríguez, en tanto, estuvo hasta los 24 años en Humberstone, enviudó dos veces y es dueño de la Maestranza Ociel Rodríguez (MOR, sigla que utiliza para referirse a su negocio administrado por sus 5 hijos) de Alto Hospicio.

Ambos vienen cuatro veces al año a la exsalitrera porque tienen todas las comodidades para instalarse y preparar un encuentro masivo de la agrupación, la que, en sus inicios, estuvo compuesta por 80 personas.

"Los otros nos están esperando arriba, ahora somos 40 nomás", bromeó Rodríguez, quien fuera un reconocidísimo en la época dorada de su vida, ya que fue jugador de Ferroviario, uno de los equipos que dio vida a la Asociación de Fútbol de Nebraska.

Rodríguez recordó que también ocupó el puesto de delantero siendo seleccionado de Iquique, que en aquellos años aún jugaba de forma amateur.

Julio, en tanto, valoró los hermosos recuerdos que posee de Ociel, afirmando que "llevamos una vida muy sana e hice muy buenos amigos. Siempre les digo a mis hijos que deben ser buenas personas y tener muchos amigos", declaró el hombre que aún está casado con una pampina que conoció en la salitrera Victoria.

Los tranquilos días, pero no aburridos, afirman estos dos amigos, transcurrieron en la piscina y haciendo las tareas del colegio. No obstante, dijeron, también tuvieron tiempo para el amor.

Aseveraron que el pololeo fue un tema delicado en esos tiempos porque darle un beso a la damisela cortejada era algo imposible. "Tocábamos un dedito nomás, porque no nos dejaban tomar la mano. Imagínate si le daba un beso... me creía el rey del hoyo del queque", explicó Ociel entre risas.

Este hombre trabajó hasta 1959 en el garage como ayudante mecánico y también estuvo en la pulpería ejerciendo distintas labores como cargar el carbón y el abarrote en carretilla a las señoras que compraban en ese lugar.

"En ese tiempo estaba Juan Sáez como concesionario y los alimentos se vendían a granel envueltos con papel especial", contó Rodríguez quien además descalificó que los alimentos eran racionados según la cantidad de personas que componían el grupo familiar.

A pesar de ello, sostuvieron que los pampinos no eran flacos. Al contrario. Afirmaron que del '40 en adelante la comida fue la mejor que alguna vez pudieron saborear.

"Teníamos desayuno, almuerzo, once y cena", precisó Ociel.

Preciado

Entre sus recuerdos más preciados está la Semana del Salitre, iniciativa que realizan cada año y que llevan adelante con sus tradiciones e idiosincracia.

El hotel se convirtió en una de las locaciones más amadas por los pampinos. Y no lo esconden, ya que por mucho tiempo fue sinónimo de la alta aristocracia pues no lo podía ocupar cualquiera.

"No teníamos ropa para asistir a tales eventos y lo vinimos a ocupar ahora de viejos, viera usted cuánto celebramos. Nos pone felices", dijeron.

"En ese tiempo estaba Juan Sáez como concesionario y los alimentos se vendían a granel envueltos con papel especial".

Ociel Rodríguez,, pampino."