Llegó navegando y convirtió el Muelle Prat en su hogar
Jaime Ricarte arribó desde Talcahuano en 1994 y nunca más se fue de la región. Aquí narra su historia.
Jaime Ricarte Sánchez (55) lleva puesta una boina gris y en ella prenden varios pines con diseños alusivos al mar: un barco, un ancla, una estrella de mar y la bandera de Chile.
Este marinero llegó a Iquique navegando desde Talcahuano en el año 1994, embarcado en un pesquero que venía al norte luego de ser vendido.
"Me quedé en Iquique porque no quería devolverme por el tiempo, las lluvias. Estaba chato de los truenos y relámpagos. El clima me hizo bien y nunca más quise volver", recordó.
Rosita
Su primer amor en el mar fue "Rosita", la lancha de un amigo que lo invitó a trabajar en la embarcación para dar paseos desde el Muelle Prat hasta la Boya Esmeralda.
"Aprendí desde chico. Yo tenía once años y ya estaba montado en una embarcación porque mi familia es de pescadores. Antiguamente no se necesitaba tener mayores cursos, solo el conocimiento del manejo de embarcaciones", explicó.
En sus recuerdos está la caleta Riquelme con un solo muelle de cuatro metros de ancho con muchos fierros de la línea del tren.
"Ahora está rebonita la caleta con restaurantes y cocinerías. Las instalaciones mejoraron y esto está muy bien", opinó Ricarte, quien también es el encargado de la limpieza del muelle Prat.
Fue en este lugar cuando en el 2014 Ricarte vio cómo el mar arrastró a más de ochenta embarcaciones tras el terremoto con tsunami del 1 de abril.
"Yo estaba en mi lancha y cuando subió la mar quedé a dos metros del paseo EPI. Tenía que quedarme ahí porque era mi responsabilidad estar allí, no podía dejar la lancha sola", dijo.
Según detalló, el amarre de popa quedó del lado opuesto al que estaba estacionada la lancha y solo dos metros lo separaron de chocar con el concreto.
"En ese momento pensé que si el agua cubría el faro verde que está a la entrada del puerto la cosa sería peor, pero solo llegó a la mitad", manifestó y añadió que cuando el mar salió "todas las lanchas se aporrearon y quedaron amontonadas a los costados del muelle.
La solidaridad de los hombres de mar hizo que esos momentos difíciles fueran más llevaderos.
"No había agua en ninguna parte, ni cocina. Yo tenía unos bidones en la lancha y mi cocina, así que puse lo que tenía a disposición de mis colegas para que al menos quien llegara tuviera algo caliente para llevarse al estómago", apuntó.
Danfel
Desde su llegada a Iquique nunca más salió del mar ya que su casa siempre ha estado en alguna embarcación que está a su mando.
"Yo llegué embarcado y siempre he trabajado en lanchas y nunca más he salido a tierra. He trabajado en todas las lanchas", indicó.
Esa vida en el mar es a su juicio la más tranquila que pueda tener un hombre. "Nadie te molesta, no hay ningún ruido. Una sola vez, en el 2003, salí a vivir en el centro y no me gustó; metían bulla a las 3 de la mañana, así que no me gustó y volví rápido al muelle en dos meses", sostuvo y añadió que "allí tengo cocina, ducha y cama. Tengo todo y esa es mi casa".
"Hace ocho años estoy con Danfel y de momento tengo pega en la Milenko. A mi me gusta mi trabajo porque no es matadora. Tienes que estar todos los días aquí pero te montas una hora para la boya y otra de regreso y ya tienes monedas en el bolsillo. Es un trabajo que se paga altiro", aseguró.
Su rutina comienza al salir el sol cuando Ricarte se dispone a hacer la primera tarea del día: limpiar el muelle y hacer que los lobos vuelvan al mar después de una noche de sueño reparador.
"Todos los días se llena de lobos y en la mañana hay que echarlos al agua. Ya no les tengo miedo, ellos son de la casa y hay que echarlos con cuidado", expresó.
"Yo llegué embarcado y siempre he trabajado en lanchas y nunca más he salido a tierra".
Jaime Ricarte Sánchez, lanchero del Muelle Prat,, sobre la vida en el mar."