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La cruceña que dejó la Sierra boliviana por su amor iquiqueño

Relata lo difícil que ha resultado ser migrante en una tierra ajena lejos de sus tres pequeños hijos.
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Mariela Cabello Venegas.

Simpática, amable y con la sonrisa "a flor de piel", Carla Almendras es una de las comerciantes que es posible encontrar en uno de los locales del persa Evans, en el sector del terminal agropecuario.

Ahora dedicada a vender gorros y otros sombreros de moda, especialmente entre los jóvenes, cuenta que su llegada a Chile y en particular a Iquique se debe a que se enamoró de un iquiqueño, con el que se casó hace algunos años.

"Yo nací en Cochabamba ( Bolivia), pero casi toda mi vida viví en Santa Cruz. De Iquique conocía porque me vine a casar aquí", cuenta sonriente.

Su llegada a Iquique

Con su marido tuvieron tres hijos y hace unos años con su pareja decidió venirse a Iquique, y ella llegó a la ciudad tal como lo hacen muchos otros migrantes: "Como todo migrante que viene a buscar mejores oportunidades para la familia, en este caso para los hijos. En Bolivia solo me dedicaba a ser ama de casa y aquí empecé a trabajar", relata.

Una vez aquí encontró trabajo como garzona, y luego atendió en una tienda de ropa, hasta que llegó al local que vende gorros, donde lleva cerca de 10 meses. "He tenido buenos patrones y me he cruzado con buena gente aquí".

Lo más difícil

Sin duda, para Almendras lo más complicado de venirse a vivir a Chile es tener que dejar a sus pequeños hijos.

"Me vine con mi esposo y mis hijos, pero lamentablemente los tuve que llevar de nuevo a Bolivia porque mi situación económica con los niños no era buena. Ellos ahora están en Bolivia con los abuelitos".

Agrega que este último año ha sido un tiempo de altibajos, "pero gracias a Dios siempre en el camino uno se topa con personas buenas. Hemos sabido salir adelante y estamos como extranjeros agradecidos del país de Chile", expresa.

Sin embargo, sus ojos se llenan de lágrimas al reconocer lo difícil que, de todos modos, resulta salir adelante en un comienzo, incluso viniendo de un país vecino.

"En realidad muchas personas no saben la realidad de un migrante, todo lo que tiene que dejar. A la familia, a los hijos. En ese sentido se sufre mucho y como cualquier migrante se llega sin conocer nada ni nadie pero igual he sabido salir adelante y ahora estoy bien", enfatiza.

El privilegio del clima

Pese a la tristeza que atraviesa por tener a sus pequeños lejos de ella, reconoce que hay cosas que si le han gustado de Iquique. Entre ellas, el clima y la gente.

"Me gusta mucho el clima, la ciudad, la gente buena, me han tocado jefes muy buenos. Me gusta la playa, pero no soy tan fanática, pero si me gusta" sonríe.

Y aunque extraña aún la gastronomía boliviana, como el silpancho o los anticuchos de corazón, por mencionar algunos, dice que en el proceso de adaptación a Chile, se ha vuelto fans de la cazuela y los porotos con riendas.

El punto negro

Para Almendras, lo negativo de la ciudad es la libertad excesiva de los jóvenes en torno a las drogas.

"Se ven muchos jóvenes que echan a perder su vida drogándose. Creo que hay mucha libertad en ese sentido, pero después de eso, creo que en general todo funciona bien", explica.

Respecto a sus planes, están pronto volver a Santa Cruz para estar con sus hijos. "Creo que necesitan a su mamá, pero en un futuro si Dios lo permite voy a volver, pero cuando mis hijos estén un poquito más grande porque nos gusta Iquique para vivir", confiesa Almendras.

"Muchas personas no saben la realidad de un migrante y todo lo que tiene que dejar. A la familia, a los hijos"

Carla Almendras,, oriunda de Santa Cruz,, Bolivia"