Día de la Madre
Ayer pudimos celebrar el día de nuestras madres, hermosa ocasión para mostrar nuestro cariño y agradecimiento a aquella mujer "que tiene algo de Dios, por la inmensidad de su amor y sus grandes cuidados". Es tan importante en nuestra cultura el Día de las Madres, que se programan viajes, a veces de largas distancias, para acompañar a la mamá esa fecha. Se programan también las reuniones familiares, hay regalos, flores, llamadas, etc...
En este día, hijos, esposos y padres felicitan y tratan de agradar lo más posible a las madres de familia. Lo hacen las familias, las escuelas con fiestas los días previos, las organizaciones sociales, políticas y comunitarias, todos quieren felicitar, reconocer y alabar a las madres. Las oraciones y recuerdos de las fallecidas se multiplican, se dicen misas, en fin, todo es alboroto, gran alegría por las mamás, las abuelas y la Virgen María.
Pero como en toda tormenta, viene la calma, y al día siguiente, el mundo familiar se olvida de esa vorágine de actividades para festejar a las madres. El mundo vuelve a su normalidad, los viajeros a su lugar de partida y las madres amas de casa a sus labores de cuidado del hogar y de los hijos y tantas mujeres que a todo eso agregan su trabajo fuera del hogar.
Así que hay que insistir en algo que se repite con frecuencia, pero que parece llegar siempre a oídos sordos: a la madre hay que atenderla, ayudarla, y manifestarle cariño todo el año, sí, todo el año.
Deberíamos fomentar una nueva cultura de celebrar a mamá, a las abuelas, trescientos sesenta y cinco días, y no solo uno. Debemos extender la atención a las madres a todos los días, para que no tengamos que hacerlas pasar tantos afanes, fatigas y sacrificios que no existirían en parte si las tratáramos como el día de ayer.
Si reconocemos pues lo que vale el amor materno, debemos pagar amor con amor. Hacerles la vida más ligera de trabajos, más placentera y sobre todo, como ellas lo hacen con los hijos, dedicarles tiempo, más tiempo y más tiempo para acompañarlas, que sepan que sus hijos las tenemos en el corazón y que damos gracias a Dios que nos las regaló y que sabe lo importante que son en la vida de las personas, por eso Él mismo quiso tener la suya.
"A la madre hay que atenderla, ayudarla, y manifestarle cariño todo el año".
Guillermo Vera,, obispo de Iquique"