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Gino Fasciani, el antiguo restaurador de muebles

Fasciani de 58 años de edad, reconoce su fanatismo por las maderas desde los 10 años.
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Vladimir M. Hanshing

Nació en 1959 en Iquique, aprendió dibujo técnico en la escuela Santa María, establecimiento que lo albergó durante toda su vida. Dejó los estudios luego de sufrir tifus, enfermedad que estuvo a punto de quitarle la vida a los 18 años.

Seis años antes, a los 12, aprendió con su padre a cepillar y cortar madera. El oficio lo enamoró y una década después empezaría a dedicarse de lleno al que sería su trabajo hasta el día hoy, y que -por ahora- no pretende dejar. "Hasta que ya no pueda más, trabajaré. Cuando esté muy viejito lo dejaré".

Se define como un restaurador autodidacta, porque nunca estudió la materia. En su barraca ubicada en calle 12 de Febrero con Thompson alberga más de 60 máquinas, muchas de ellas creadas por él. Banco de sierra, cepilladoras y tornos son las más utilizadas por el ebanista.

Detrás de cada aparato construido artesanalmente existen largas jornadas de diseño, planificación, trabajo, ejecución y sobre todo paciencia. "Diseño cada herramienta en función a mis necesidades. En la cepilladora me demoré siete años, en el banco de sierra diez. Ahora estoy construyendo un torno desde hace diez años, pero aún me quedan otros dos para terminar".

Algarrobos, robles y eucaliptos son las maderas que más se utilizan en este taller, aunque reconoce que, a la hora de hablar de muebles antiguos, el pino oregón es el predilecto de los clientes y una de las materias primas más difíciles de trabajar.

Proceso

El primer paso de la restauración es remojar la pieza con una mezcla de agua y soda cáustica, una vez que la combinación reposa 30 minutos, se raspa y se lija para emparejar y quitar las astillas. Luego se sella y vitrifica para resguardar la calidad del producto. Cuando hay una pieza apolillada, explica, la solución es cambiar la pieza, pero no todo es tan fácil, la madera pierde y gana propiedades al ser reconstruida. "Hay que tener cuidado con la madera vieja, al cortarla se astilla más fácil y eso complica el proceso, aunque también adquiere un color oscuro, donde las vetas resaltan más y tiene un efecto óptico más lindo. Otro punto es que la madera se apolilla una sola vez, después se pone más dura y dificulta que entre la polilla".

La máquina más antigua de Gino data de 1971, cuando su padre mandó a un carpintero amigo a confeccionarla. "Todavía la tengo acá, no la uso mucho, pero tiene su espacio por ser la más antigua"

Gajes del oficio

Fasciani hace bastante tiempo perdió una falange de un dedo, y dice no recordar cuántas uñas han desaparecido de un segundo a otro. Reconoce que hay sacrificios como en todo trabajo, pero que este oficio se destaca por algo: su peligrosidad, "es fácil dañarse".

Como sus métodos son artesanales han ido mejorando la seguridad de sus máquinas luego de sufrir más de algún accidente, "una huincha una vez me rompió el brazo. Así que tuve que hacer un protector para hacerla más segura y evitar accidentes", lanza un risa al recordar el momento.

De esa forma Gino Fasciani abre las puerta de su taller de reparaciones, mostrando detalles de un oficio olvidado, pero que él se niega a dejarlo morir.

"Quiero enseñar este oficio a otras personas, para cuando no pueda trabajar más".

Gino Fasciani,, restaurador de madera."