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Un legado de vida a las puertas del Cementerio N°3

La florista Nora Lobos cuenta que vivió más de 20 años en la actual sede administrativa del camposanto.
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Jhosaida Piñango Hernández

En general mencionar la palabra cementerio puede en líneas generales remitir a sentimientos de melancolía o llevar a la mente a pensar en la muerte. No obstante, para la familia de Nora Lobos Jerez no es así. "Mi abuelo fue panteonero hasta el año 70 y mi padre hasta el 87, desde esa época vivimos más de 20 años en el cementerio N°3", cuenta.

Su padre era quien habría las puertas del camposanto desde la medianoche hasta las dos de la madrugada en Navidad y Año Nuevo, cuya tradición se practicó en Iquique durante muchos años. Luego, la costumbre la continúo su madre hasta 1992, cuando se tuvieron que mudar.

Según sus palabras, antiguamente la familia vivía en lo que ahora es la sede administrativa de la necrópolis, y este era patio de ella y sus hermanos, con quienes se encaramaba en los árboles para tomar sus frutos.

Recuerda que a pesar de vivir en un cementerio vivió feliz porque estaba rodeada de vecinos que permanecían en dormidos, en silencio y sin molestar.

Nora recapituló la historia de llamada "anima de la patita", quien según cuenta la leyenda fue una niña que se puso atrevida con su mamá y esta le cortó el pie con un serrucho. "Por ello se dice que como fue enterrada en la fosa, cuando sacaba su extremidad era porque no estaba tranquila. Y ahora cada 1 de noviembre la gente le lleva flores", expresa.

Comenta además que ese tipo de cuentos nunca la asustaron porque su madre le enseñó que se le debe tener miedo a los vivos y no a los muertos, pues los últimos son realmente indefensos.

Oficio

Cuenta que inició su oficio ayudando a los floristas desde que tenía 13 años, luego a sus 22 adquirió su propio espacio, y ahora que cuenta con 43 años tiene un sólido negocio a las puertas del lugar donde se crió.

Entre sus anécdotas cuenta que tuvo un cliente que le llegaba cada 14 de febrero a comprar tres arreglos, uno blanco, uno rosado y otro rojo. El primero era para su hija, el segundo para la amante y el tercero para la señora. Esto lo hizo durante unos cinco años y el caballero estaba cercano a las siete décadas.

Memorias

Otra semblanza es la de Edith Piñuñeri, una mujer que heredó el negocio familiar producto de la partida física de su madre en el año 2010, quien con un tono de voz atribulado expresa que a lo largo de estos ocho años ha visto muchas cosas.

"Aquí vienen muchas personas con historias dolorosas, recuerdo a una mujer como de 36 años que perdió a su guagua muy pequeña producto de una rara enfermedad. Su caso me entristeció mucho más al saber que ella ya no podría tener más hijos. Eso es un dolor muy grande", afirma.

Entre sus memorias, aun recuerda lo emotivo que fue el entierro de Pedro Campusano Guzmán, más conocido como "Peyuco", quien fue honrado por cientos de hinchas del CDI que lo acompañaron a su última morada. Piñuneri se refirió a él como el hombre que alentaba la bandera de la escuadra del dragón como un torero a su capote.

Pero también sus recuerdos evocaron a la entrega del arreglo floral más costoso que ha elaborado, que tuvo un valor de $50.000. Lo precisó porque fue la dádiva que le hizo una madre a su hija que cumplió 20 años de aniversario con su pareja que también era mujer.

"Mi madre me enseñó que se le debe tener miedo a los vivos y no a los muertos".

Nora Lobos Jerez,, florista del, Cementerio N° 3."