Despertó el Dragón

Ayer Deportes Iquique entró con todo a jugar el encuentro ante el complicado O'Higgins. Por primera vez en el torneo se ve tan efectivos y es imposible que un hincha haya quedado disconforme. Ojalá sea el inicio de una racha.

Situación de calle

Para muchos la solución es llevarlos detenidos o ir a dejarlos al marinero desconocido, sin embargo, la solución al problema de las personas en situación de calle en Tarapacá es mucho más profunda y se requiere una intervención profesional de la cual el Estado debe hacerse cargo.

Boxeo local

Es importante que las empresas locales se puedan interesar en impulsar el boxeo local. Los deportistas están demostrando que tienen condiciones, sin embargo, se requieren recursos con el fin de que se puedan dedicar profesionalmente a la actividad y no solo en los papeles.

Colaborar con la imagen comunal

Algunas críticas y cuestionamientos, principalmente a través de las redes sociales, ha provocado la emisión de la serie que relata una ficción basada en la desaparición de 14 niñas de Alto Hospicio, drama que forma parte de uno de los episodios más dramáticos de la corta historial de esa comuna.

Si bien madres y familiares de las víctimas acusaron sufrir una revictimización y solicitaron interceder al Consejo Nacional de Televisión, otra parte de la población cuestionó el daño a la imagen que la producción audiovisual le hacía a Alto Hospicio, la que incluso fue expuesta por el alcalde Patricio Ferreira.

Pese a que la ciudad no es la misma de hace 20 años y su población pasó de 50 mil a más de 110 mil habitantes, es una comuna aún en formación y que presenta varias carencias. Si bien las autoridades y los propios vecinos buscan herramientas para avanzar y potenciar la calidad de vida, todavía queda mucho camino por recorrer. No visualizar esas necesidades les haría un flaco favor a sus habitantes.

En ese contexto, además de las opiniones que se alojan en las redes sociales, es necesario que todos los vecinos se sumen a la proactividad de cientos hospicianos que día a día luchan por vivir en una comuna más limpia, ordenada, más segura y amigable.

No basta con expresar críticas y molestias a través de las redes sociales. Junto con manifestar opiniones, es deseable que la comunidad se involucre de forma real en la solución de los problemas.

La imagen de una ciudad puede mejorar con la participación de sus habitantes y en Alto Hospicio existen muchos ejemplos de ese compromiso vecinal.

Es importante sumar voluntades que permitan hacer de esta joven comuna un mejor espacio para todos, pero especialmente para las nuevas generaciones.

Pasar de la crítica a la acción de construir es uno de los primeros pasos para marcar la diferencia y si bien esta serie puede significar la generación de una imagen ciudad que no se quiere, se puede tomar como aliciente para seguir mejorando en todos aquellos espacios en que aún se está al debe.

"Es importante sumar voluntades que permitan hacer de esta joven comuna un mejor espacio para todos".

La bandera del barrio, la de la plaza Arica, flamea a media asta. Motivos suficientes tiene. Ha muerto doña Luisa. Testigo del siglo que se nos fue, desde la esquina de Bolívar con Arturo Fernández, junto a don Domingo nos vio crecer, irnos y regresar aunque sea de vez en cuando. En su despacho lo importante no era vender, sino conversar.

Parte de esta columna la publiqué el 23 de agosto en las redes sociales. Más de cien personas comentaron cientos de detalles acerca de esta vecina. Alguien escribió que su despacho fue el primer mall que hubo en Iquique. Trabajando la memoria, recuerdo que instaló en el centro de su negocio una inmensa vitrina. Los niños en triciclo usaban ese espacio embaldosado para mostrar sus habilidades. Pero había más. Un teléfono negro que el barrio usaba para hablar vaya a saber uno con quien. Tiempos en que dos o tres familias poseían esos aparatos, lujos para esos años en blanco y negro.

Doña Luisa envolvía el medio kilo de azúcar en ese papel café, lo daba vuelta, y te lo entregaba perfecto además de una breve sonrisa que nos solía regalar. Esa era su yapa.

En su despacho el tiempo corría a la velocidad de doña Luisa: lento. En el reloj del barrio los minutos tenían 120 segundos. Nos dejó a los 101 años. Se tomó su tiempo para dejarnos. Poco se veía, pero su nieto René, tan lento como su abuela, me tenía informado de sus quebrantos y de sus preocupaciones. Pienso en esa balanza, en esos frascos de vidrios donde guardaba los embelecos. En esa bomba que hacía posible que el aceite en el sartén hogareño friera las cabinzas que tanto extrañamos. Nunca preguntamos por su apellido. Nos bastaba ese nombre serio y era suficiente. Supe que Suárez Pacheco eran sus apellidos. Lo que siempre supimos que su marido era un italiano de nombre festivo Domingo Caronna, y que era nombrado con respeto como Don Domingo. Nos dejan las viejas del barrio, doña Eusebia, doña Blanca, doña Haydée. Y tantas otras que domesticaron nuestra infancia.

"Doña Luisa envolvía el medio kilo de azúcar en ese papel café, lo daba vuelta, y te lo entregaba perfecto".

Bernardo Guerrero Jiménez, sociólogo"