Esperanza cierta
¡Qué grande es tener fe!, sí con esta alegre y cierta exclamación quiero comenzar la columna. Lo hago teniendo en cuenta que dentro de la semana que iniciamos tendremos un día feriado en que los creyentes, cristianos católicos celebramos la solemnidad de todos los santos y el día 2 aunque no es fiesta, recordamos a todos los fieles difuntos. Nos enseña la iglesia en la Vaticano II: "El enigma de la condición humana alcanza su vértice en la presencia de la muerte. El hombre no solo es torturado por el dolor y la progresiva disolución de su cuerpo, sino también y mucho más por el temor de un definitivo anquilamiento.
El ser humano piensa muy certeramente cuando, guiado por un instinto de su corazón, detesta y rechaza la hipótesis de una total ruina y de una definitiva desaparición de su personalidad. La semilla de eternidad que lleva en sí, al ser irreductible a la sola materia, se subleva contra la muerte. Todos los esfuerzos de la técnica moderna, por muy modernos que sean, no logran acallar esta ansiedad del hombre: pues la prolongación de una longevidad biológica no puede satisfacer esa hambre de vida ulterior que, inevitablemente, lleva enraizada en su corazón.
Mientras toda imaginación fracasa ante la muerte, la iglesia, adoctrinada por la divina revelación, afirma que el hombre ha sido creado por Dios para un destino feliz que sobrepasa las fronteras de la mísera vida terrestre. Y la fe cristiana enseña que la misma muerte corporal, de la que el ser humano estaría libre si no hubiera cometido el pecado, será vencida cuando el omnipotente y misericordioso salvador restituya al hombre la salvación perdida por su culpa.
Toda persona sea creyente o no, tiene una sed de infinito, de eternidad, es como el sello de Dios que nos dice que no hemos sido creados para morir, para desaparecer, sino que estamos llamados a una vida plena. En la solemnidad que vamos a celebrar, los creyentes levantamos nuestra mirada hacia Dios, hacia el cielo, y nos encontramos con la cantidad inmensa imposible de contar de hermanos y hermanas que nos animan a vivir la vida con esperanza.
"Toda persona sea creyente o no, tiene una sed de infinito, de eternidad".
Guillermo Vera, Obispo de Iquique"