En los últimos años se ha comentado bastante sobre los honorables del Parlamento, no para alabarlos, sino para criticarlos duramente por asuntos demasiados conocidos por la opinión pública. Sin embargo hay dos temas muy relevantes para actualizarlos: la famosa dieta o sueldo y la reelección indefinida de los congresales. Ha fracasado lastimosamente cualquier intento de hacer algún cambio al respecto. Los Diputados y Senadores cierran filas abrumadoramente en defensa de sus desmesurados privilegios.
Antes no existía la dieta parlamentaria. Me remitiré a Chile parlamentario. Una buena parte de los miembros del Congreso eran abogados. Solo recibían sueldo cuando asumían un cargo ministerial, pero los gabinetes duraban poco tiempo. Habían abogados congresales: Enrique Mac Iver, Arturo Alessandri Palma, el primero tuvo participación en los importantes juicios salitreros, Don Arturo sostuvo con éxito otro juicio salitrero contra un industrial italiano de Tarapacá. Estos son dos ejemplos. Otros colegas con esa profesión eran asesores o representantes legales de sociedades anónimas de diferentes giros. Estos y sus colegas no egresados de la Escuela de Derecho legislaban en temas como salitreros, mineros, bancarios, tributarios, monetarios. Allí se movían las importantes influencias interesadas: la relación entre política y el dinero.
Con la Constitución de 1925 terminó oficialmente el régimen parlamentario y dio inicio al presidencial, interrumpido dramáticamente en 1973. En la Carta Magna por una disposición transitoria se fijó la dieta de Senadores y Diputados en $ 2.000 mensuales, mientras se dictaba la Ley respectiva, pues estaba establecido que "solo en virtud de una Ley se puede fijar la remuneración que gozarán los Diputados y Senadores". Aún más, debido a la difícil situación financiera del país, varios Diputados presentaron una moción para reducir la dieta en un 15% durante el periodo 1926-1927.
La dieta parlamentaria, desde el restablecimiento de la democracia (1990), ha subido considerablemente. Jamás los honorables aceptarán que se les reste un pedazo de su "torta" mensual, me parece.
Por otra parte, es muy difícil que los congresales apoyen una iniciativa de terminar con la reelección indefinida, estableciéndose la limitación de sus mandatos. Tal vez esto se podría lograr mediante un plebiscito, como hubo en Perú.
Como se puede observar todas las críticas dirigidas contra sus excesivos privilegios se estrellaron contra esa muralla que han levantado los congresales para defenderlos, a pesar de su gran desprestigio ante la opinión pública. Todo esto perjudica a la Democracia. Debe imponerse la transparencia, probidad, sobriedad y una mayor labor legislativa.
Mario Zolezzi Velásquez