Se ha vuelto recurrente estos días escuchar afirmaciones del tipo "te importan más los supermercados que las vidas del pueblo". Comparaciones de fenómenos absolutamente distintos, que buscan invalidar una causa por no adecuarse a los parámetros de moral de quienes afirman lo contrario.
Aquello supone una falacia de falsa equivalencia. Preocuparse por los abusos y, al mismo tiempo, condenar la violencia en las calles no son actitudes excluyentes. Por el contrario, obedecen a un mínimo de respeto por la dignidad humana en todas sus formas.
Si de verdad te importan las vidas del pueblo, con mayor razón deberás preocuparte por la destrucción de la propiedad pública y privada. Porque eso que muchos llaman "daños colaterales necesarios" para muchos chilenos significan su trabajo, calidad de vida, oportunidades y seguridad. A menos, claro está, que se busque desestabilizar al país y empobrecer a los trabajadores para hacer un mezquino punto político. A río revuelto, ganancia de pescadores.
¿Qué hacer?
Me genera un dilema tremendo lo que actualmente está ocurriendo con los hechos vandálicos. Creo que es necesario, vital, manifestarse por las calles para que sigan con fuerza las demandas sociales. Sin embargo, me molesta que hechos puntuales en todo el país, pero de una violencia tremenda, empañen las manifestaciones de miles de ciudadanos que más de una vez hemos salido a protestar, exigiendo un mejor país.
¿Qué hacer para que los saqueos, destrozos y otros hechos violentos pierdan fuerza y no le quiten protagonismo a las marchas de todos los chilenos? Es importante que las policías coloquen el foco en los delincuentes que se camuflan en las marchas. ¿Será necesario que nosotros, los manifestantes pacíficos, dejemos de marchar para que estos niñitos no se escondan entre nosotros? Es una opción extrema pero quizás válida para que el temor de muchos trabajadores se vaya.
Bárbara Hass
Fundación para el Progreso
Milenka Ortiz