Durante la Guerra del Pacífico (1879-1884), no solo los hombres de nuestra patria se enlistaron para defender al país. Valientes, carismáticas, solidarias y voluntarias mujeres hacen lo propio, entregando sus servicios en diferentes áreas y lugares.
Las que quedaron en casa, debieron asumir el rol de agricultoras al 100% debido a la ausencia prolongada y, a veces, permanente de quien fuera el sostenedor del hogar, sin dejar de lado el cuidado y crianza de los hijos existentes. Las de clase privilegiada no quisieron quedarse atrás. Aunque no se les permitió ir al campo de batalla, se organizaron para realizar diferentes actividades de trabajo y beneficencia. Por ejemplo, un grupo se encargó de confeccionar vendajes para enviar a las ambulancias (hospitales de campañas).
Otro grupo organizó rifas y subastas para reunir dinero que iba en ayuda directa de los hogares que acogía a los huérfanos que la guerra dejaba. Las hábiles en costura y bordado se dedicaban a la confección de uniformes y estandartes de presentación de los batallones. También, instalaron sedes de Cruz Roja y hospitales de sangre (bancos de sangre). Realizaron campañas de recolección de libros para enviar a la soldadesca, quienes habilitaban algunos espacios como bibliotecas en terreno.
Las más osadas, dejaron todo y fueron cantineras (enfermeras y soldados) enfrentando las durezas de un clima hostil en tierras áridas y desconocidas.
En los pocos tiempos libres y de descanso, fueron escribas para los soldados analfabetos, haciendo llegar cartas a sus familiares. Amenizaban jornadas de celebración como los 18 de septiembre, montando pequeñas obras patriotas con potentes arengas para alimentar su valentía y alejar el miedo.
Muchas veces sirvieron como verdaderas sicólogas, escuchando los desahogos y temores que los invadía antes y después de cada batalla.
Para todos, estas bravas cumplieron roles de madres, hermanas y esposas. Nuestras mujeres del Siglo XIX fueron claves en la conquista del desierto de Atacama y sus riquezas.
Merecen ser reconocidas.
¿La tercera no era la vencida?
Con la intención que tienen algunos parlamentarios de oposición para llevar adelante una nueva acusación Constitucional, ahora con el ministro Blumel, es la sexta vez en menos de un año que recurren a un mecanismo institucionalizado sin tener argumentos suficientes para concretarlo.
La manoseada fórmula que tiene como fin defender la democracia, solo ha logrado ser un desperdicio de recursos y además retrasar proyectos fundamentales porque las comisiones son suspendidas por largos periodos en el momento que se está realizando el líbelo.
En ese sentido, tal como cuenta la fábula de Pedrito y el Lobo, de tanto alarmar, puede el desgaste una vez más pase la cuenta y quién deba pagar el precio seamos nuevamente el pueblo chileno.
Ana Olivares Cepeda
Gestora Proyecto de Ley
Día Conmemorativo a la Cantinera de la Guerra Del Pacífico
Ángel Rioseco