Las autoridades piden volver a una "nueva normalidad"; una de las medidas propuestas es retomar progresivamente clases presenciales en las escuelas.
Esto ha abierto debate sobre las condiciones sanitarias para que ello ocurra, pero, además, ha puesto delante nuestro la pregunta por el objetivo de volver a las aulas: a partir de la constatación de lo irrelevante que la escolarización ha resultado para hacer frente a la vida cotidiana, nos da una oportunidad extraordinaria para reflexionar sobre un elemento central y crítico de nuestra educación, el currículo escolar.
En estas semanas sin clases presenciales, hemos visto que la mayor parte de las escuelas buscaron mantener la actividad escolar a través de distintas formas y es probable que, al regresar a las aulas, se retome el currículo habitual lo más pronto posible. Esto sería un error. Todo lo que hemos vivido no puede considerarse como un paréntesis en la dinámica escolar: es necesario hacerse cargo de la falta de sentido que ha mostrado la escolarización en el contexto de crisis real que vivimos, y reorientar currículo y metodologías hacia los saberes y prácticas necesarias para la vida en común, más que para el éxito académico e individual como se ha venido haciendo.
Se ha puesto en evidencia la necesidad de acercar los procesos escolares a la vida cotidiana, de retomar la educación como un proceso activo de acercamiento a la realidad inmediata y concreta, al mundo de los problemas y las soluciones reales, en todos los ámbitos de la vida. Y, entre ellos, qué duda cabe, los más importantes son aquellos que nos permiten ser mejores personas, vivir buenamente, convivir en armonía con los demás y contribuir al bienestar común.
Esta reflexión sobre el sentido de la escuela y la educación en nuestro país nos la debemos desde hace mucho tiempo, pero las crisis que estamos viviendo han hecho indispensable y urgente pensar qué escuela y qué educación queremos para la construcción de un país mejor para todos y todas.
El mundo post COVID-19
Llama la atención el posible anuncio de cerrar los centro de las ciudades de Iquique y Alto Hospicio. Como su nombre lo indica, el centro de las ciudades es donde se concentran los principales servicios de una ciudad.
Lo curioso, sin embargo, es que no se plantee eliminar el comercio ilegal (mal llamado informal); puesto que ocupan gran parte de las aceras, confinando el desplazamiento de los peatones a unos cuantos centímetros; disminuyendo con ello, la distancia social requerida en estos tiempos. Por otra parte, el ingreso a los locales comerciales del sector, queda supeditada a las exigencias de cada local; pero el gran problema es el comercio clandestino; tan común y aceptado en nuestras comunas.
Si queremos dejar de ser una comuna sucia, desordenada e ilegal, es tiempo de ordenar la casa.
Francisco Leal Soto y Sebastián Zenteno Osorio, investigadores del Centro de Investigación para la Educación Inclusiva
Luis Gutiérrez Torres