"La bomba social que estalló en octubre sigue allí"
Dice que el gobierno ha vuelto a existir en la pandemia, que la oposición no ha sabido cambiar el tono, que los alcaldes deben coordinarse con el poder central, que hay más espacio para que crezca el "Rechazo" y que "todas las brechas van a explotar".
Cuando en octubre del año pasado el Gobierno, como también toda la clase política del país, se vio sorprendido por los hechos que ocurrieron entonces, solo el logro del acuerdo constitucional un mes más tarde, en noviembre, pareció señalar una ruta de avance.
La pandemia del nuevo coronavirus y la consiguiente crisis sanitaria que ha forzado a tomar medidas de control, implicó la postergación del plebiscito. Los efectos del COVID-19 han llegado a oficialismo y oposición. ¿Cómo se manifiesta esta conjunción de momentos críticos en la situación política?, ¿qué ocurrirá tras la pandemia respecto de las fuerzas políticas?, ¿en qué situación se encuentra el país para afrontar los efectos de las diversas crisis: social, sanitaria y económica? Son algunas de las preguntas que aborda en esta conversación Daniel Mansuy, profesor de filosofía, académico de la Universidad de los Andes, director del Centro Signos de esa universidad, investigador asociado del Instituto de Estudios de la Sociedad y también columnista en distintos medios de prensa.
-Para el país, la crisis pandémica tras la crisis social, ¿significa necesariamente que llueve sobre mojado?
-Todo depende, desde luego, del modo en que miremos el estallido. Para quienes lo ven con ojos críticos, o fueron directamente afectados por él, sin duda que es una muy mala noticia. Pienso en todo el comercio y el turismo que ya había visto mermados sus ingresos a partir de octubre, y que ahora se enfrentan a dificultades colosales. No creo que debamos subestimar esa realidad: hay mucha gente que, desde octubre, no ha podido tener una vida económica normal, y eso tiene efectos graves. A ellos sin duda les ha llovido sobre mojado. En todo caso, para quienes vieron con buenos ojos lo ocurrido en octubre, la pandemia tampoco les allanó su propio proyecto. En efecto, se interrumpió lo que muchos pensaban era un proceso revolucionario. De allí la frustración de tantos que, a principios de marzo, afirmaban seriamente que todo esto era un tongo del gobierno chileno para acallar al "movimiento social". Es de seguro el mejor elogio que nunca se le haya hecho a la habilidad de nuestros gobernantes…
-Para el gobierno, por su parte, la crisis sanitaria, ¿acentúa o alivia la crisis social previa? En algún sentido ha retomado una presencia que parecía perdida…
-Suena un poco frío decirlo así -la pandemia es objetivamente una tragedia para todos- pero es obvio que, desde una perspectiva estrictamente política, el gobierno recuperó una presencia y una iniciativa que había perdido completamente en octubre, y sobre todo en noviembre con el acuerdo por una Nueva Constitución. El gobierno tiene así una oportunidad para demostrar que puede enfrentar de buen modo una crisis como esta, y que el poder central es muy necesario en algunas circunstancias extremas. El gobierno ha vuelto a existir, y varios de sus personeros se han vuelto personajes relevantes en la agenda.
-¿Qué piensa de quienes consideran esta crisis por coronavirus como una interrupción temporal de los movimientos sociales? ¿Cree que si es que pasa pronto esto, se vuelva al punto previo o ya cambió el escenario definitivamente?
-Esta es la gran pregunta política. El oficialismo, o parte relevante de él, espera que la pandemia modifique profundamente el escenario político, y que los términos del problema se vean modificados una vez superado este momento. La oposición, por su lado, busca encapsular al máximo la pandemia, esperando que después la vida política retome exactamente en el punto en el que estaba a principios de marzo, y no hay que olvidar que ese mes se venía muy difícil. Yo creo que es imposible saber hoy en qué dirección terminará moviéndose todo el sistema, pero sí creo que no saldremos de esto igual que como entramos. Nadie atraviesa como si nada un trance de este tipo. Pero el escenario es muy ambiguo aún: bien podría salir fortalecido el anhelo por retomar algún tipo de normalidad, favoreciendo así a la derecha; o bien podría hacerse más apremiante aún la demanda por salud pública y derechos sociales más amplios. Estamos realmente en un momento bisagra, indeterminado, y de allí la especie de desesperación que cunde en parte de la clase política, que querría fijar cuanto antes aquello que sigue, y seguirá siendo por algunos meses, incierto.
-¿Qué opinión le merece la actuación del gobierno frente a esta crisis en el manejo tanto de los aspectos sanitarios como de las medidas económicas para enfrentar sus consecuencias?
-Naturalmente, siempre pueden hacerse críticas, y el gobierno ha cometido errores en distintos planos. No obstante, me parecería mezquino negar que el Ejecutivo ha enfrentado de modo razonablemente adecuado un problema de dimensiones colosales, que nadie habría sospechado hace pocos meses, y para el que ningún país del mundo se encontraba preparado. Todo esto es muy provisorio, porque el cuadro puede cambiar en cuestión de horas, pero me parece que el gobierno ha tomado las medidas necesarias, tratando de controlar algo que es por definición muy complicado. En suma, creo que el gobierno lo ha hecho mucho más bien que mal.
-¿Y qué opinión tiene de la actuación de la oposición ante lo mismo?
-Me remito en este punto a los juicios de Ricardo Lagos Escobar y de "The Clinic", que no es precisamente un medio de derecha. La oposición está embarcada en una empresa de desestabilización política y no ha sabido cambiar el tono para adecuarse a una emergencia sanitaria. Muchas declaraciones se van a ver muy mal en algunos meses o años. Por motivos algo enigmáticos, los sectores más moderados se han dejado arrastrar por la dinámica de los más radicales y la consecuencia es una polarización creciente. En todo caso, los resultados son mitigados. No deja de ser llamativo que, desde octubre hasta acá, no sea posible identificar a ningún líder opositor que haya crecido, que haya destacado por su visión de Estado. Es muy lamentable, porque una democracia sana necesita un buen gobierno, pero también necesita una oposición medianamente seria. Por ahora, no la tenemos.
-Los alcaldes habían ya tomado una mayor presencia en la crisis social que parece haberse acentuado en la crisis sanitaria, a veces en conflicto con el gobierno. ¿Qué le parece esta figuración edilicia: positiva, negativa, depende?
-La presencia me parece en principio positiva, porque juegan un papel fundamental, y están cerca de la ciudadanía; y eso permite darle aire a un sistema con peligrosos síntomas de encierro. No obstante, el conflicto constante con el gobierno, la disputa por ciertas potestades y el afán de protagonismo, me parecen fenómenos más bien negativos. Los alcaldes son indispensables, pero deben operar coordinados con el gobierno, que posee la visión general del problema. Como nunca, necesitamos un buen poder central, no una pléyade infinita de autoridades en disputa. Quizás esto nos permita ver, de una buena vez, que nuestras grandes urbes necesitan alcaldes mayores. La división actual no tiene mayor sentido, creo.
-La pandemia alteró el calendario electoral, por de pronto para el plebiscito. ¿Alguien gana o alguien pierde, en términos electorales, con esta modificación necesaria?
-Nadie lo sabe. Es cierto que la oposición perdió un momento que se avizoraba como muy favorable, pero el gobierno también manejó mal una eventual nueva postergación. Pero, como fuere, es imposible predecir el clima colectivo que va a imperar en octubre, cuán grave habrá sido la pandemia, cuán profunda será la crisis económica, cómo va a estar el empleo, y así. En cualquier caso, veo más espacio para que crezca el Rechazo que para que crezca el Apruebo.
-¿Por qué dice que se manejó mal por el gobierno la insinuación de una eventual nueva postergación del plebiscito?
-Fue mal comunicada y mal recibida. La idea era un globo sonda, pero no debía lanzarlo el Presidente, ni menos aducir motivos económicos. Fue una maniobra bastante torpe, la verdad. La única razón por la que podríamos tener que postergarlo nuevamente es sanitaria, y eso habrá que decidirlo al filo de los plazos legales, pero no antes. Es cierto, en todo caso, que el calendario electoral viene muy cargado para los próximos meses, pero no sé si mover el plebiscito ayude a aliviarlo. De hecho, volver a postergarlo haría todo mucho más complicado desde ese punto de vista.
-Una nueva Constitución, ¿se difumina o se fortalece con lo que está pasando?
-Como decía antes, la coyuntura puede moverse en los dos sentidos. Por un lado, si la sensación de crisis e inestabilidad aumenta mucho, los partidarios del Rechazo podrán argumentar que no tiene ningún sentido entrar en un largo proceso de deliberación constitucional, cuya relación con la crisis no es inmediata. Dicho de otro modo, el miedo aumenta el deseo de certezas más que de dudas. Un proceso deliberativo-constitucional puede entusiasmar mucho a los lectores de Habermas, pero será menos interesante para parte de la población. Un video reciente de la oposición, por ejemplo, sugería la idea de que una nueva Constitución podría tener efectos prácticos muy tangibles, lo que no es demasiado real. Es posible que se incube allí más frustración, si cabe. Con todo, al mismo tiempo, puede surgir aquí una demanda social muy amplia, que refuerce la reivindicación de derechos sociales. Se verá, por ejemplo, el brutal contraste entre la salud pública y la salud privada, que es una herida que nunca hemos querido enfrentar. La misma izquierda ha preferido beneficiar a los estudiantes universitarios antes que a los más vulnerables que no tienen salud de calidad.
-La situación de las digamos "vidas vulnerables" parecía estar en el centro de las demandas sociales de octubre. Esas vidas serán las más afectadas por la pandemia, tanto en términos de salud como económicos, por la recesión. ¿Teme que se produzca una fractura social aún mayor en lo que viene?
-Esta, me parece, es la dimensión más trágica de nuestro problema. Hay una porción de chilenos -e inmigrantes- que son invisibles, invisibles al sistema. Todas las brechas van a explotar. En educación, según el apoyo que cada niño pueda recibir; en salud, según lo que ya mencioné; en vivienda, porque el contagio es mucho más probable allí donde hay hacinamiento; en salud mental, porque estar encerrado en casas o departamentos muy pequeños y mal aislados puede tener efectos severos; y en el plano económico, porque todos aquellos que comen lo que trabajaron en el día no pueden aguantar la cuarentena. Quizás acá hay una oportunidad: si todo aquello se vuelve más visible, podremos luego hacernos cargo. Pero sin duda que hay riesgos muy altos. La bomba social que estalló en octubre sigue allí.
-¿Ha afectado la pandemia a la política nacional?, ¿piensa que han surgido nuevas figuras o hayan destacado otras ya existentes en este período?
-Han surgido personajes importantes. El ministro de Salud, por ejemplo, ha mostrado seguridad y solvencia, o al menos eso transmite. La presidente del Colegio Médico también tiene un perfil interesante, aunque a veces se deja tentar por el protagonismo. Hay subsecretarios que han sido una revelación (Paula Daza, Katherine Martorell, Arturo Zúñiga). El gobierno debería recurrir más a ellos, porque irradian algo distinto, algo que a este gobierno le cuesta ofrecer. En todo caso, fuera de ellos, el panorama se ve poco alentador.
-¿Ha afectado la pandemia a la política internacional? La Unión Europea, por ejemplo, se ha mostrado bastante pálida frente a ella, siendo las reacciones más bien a nivel de Estados…
-Es posible que este sea el gran efecto del COVID-19: las estructuras internacionales revelaron todas sus dificultades y sus puntos ciegos. Teníamos puestas en ellas enormes esperanzas, pero no han estado a la altura, y no por razones accidentales. No tienen capacidad de articulación ni de decisión, y deben siempre lidiar con equilibrios imposibles entre las grandes potencias. La escala nacional ha sido rehabilitada y las fronteras volvieron a existir. Cada cual cuida su propio rancho. Esto no implica el fin de la cooperación internacional, pero sí hay una inflexión: en el futuro, habrá que tomar mucho más en cuenta el nivel nacional. El orden internacional articula al mundo, pero su aspiración de reemplazar las naciones es completamente ilusoria. Mi impresión es que esta crisis puede contribuir a disipar esa peligrosa ilusión, aunque fuera parcialmente.
-¿En qué pie cree que se encuentra Chile?
-Hasta ahora, Chile lo ha hecho bien, y me parece que saldrá bien parado dentro de la región, lo que quizás confirme que hemos tenido progreso, más allá de todas nuestras dificultades objetivas. En todo caso, la crisis global nos va a golpear, y los años que vienen serán duros. Toda la clase política debería tener eso claro a la hora de repartir promesas.
"Han surgido personajes importantes. El ministro de Salud ha mostrado seguridad y solvencia, o al menos eso transmite. La presidente del Colegio Médico también tiene un perfil interesante".