Hace 15 días comenzó la cuarentena y aún no aparecen las cifras alentadoras que indiquen un descenso de los casos positivos y fallecidos. Ayer, al contrario, la región registró otro récord de nuevos casos (157) y de decesos por COVID-19. El escenario actual no vislumbra aún un mayor control de la pandemia.

Ni las autoridades proyectaban un panorama complejo como el que está pasando hoy la región y que tiene a punto de colapsar el sistema de salud. Esperan, al igual que la ciudadanía, que las cifras mejoren los próximos días. De lo contrario, además de la compleja situación sanitaria, todos los indicadores económicos seguirán en caída, lo que repercute directamente a un sinnúmero de familias.

La mayoría de los tarapaqueños han tratado de cuidarse y de proteger a sus seres queridos, sin embargo, los esfuerzos pueden seguir mejorando, a pesar de que las condiciones diarias sean adversas. Hay que evitar, por ejemplo, las salidas en los horarios y lugares de mayor riesgo. Es contraproducente que en medio de una pandemia, cientos de vehículos se agolpen afuera de un centro de abastecimiento y que ninguna autoridad tenga las herramientas para solucionar el problema.

Todavía hay más de 100 personas hospitalizadas por el coronavirus y el número puede seguir subiendo si una parte de la sociedad mantiene una actitud indiferente de los peligros que acarrea esta crisis. Hay que considerar, además, que los adultos mayores siguen siendo las principales víctimas en todo el país. De los cuatros decesos informados ayer, tres tenían entre los 64 y 71 años. El cuarto murió a los 51.

Como la mayoría está cuidándose en Tarapacá, debe existir una cohesión para tratar de que la minoría irresponsable no venza durante los días de confinamiento.

Un recurso es denunciar a las policías y autoridades un hecho que exponga la salud del resto, como la circulación de personas sin la mascarilla en sectores que no son fiscalizados por las Fuerzas Armadas o Carabineros, y la realización de fiestas en domicilios, que agrupa a un número que sobrepasa lo dictado por la norma sanitaria. Ya no se puede seguir esperando, es hora de sumar esfuerzos.

"Es contraproducente que en medio de una pandemia, cientos de vehículos se agolpen afuera de un centro de abastecimiento".

A comienzos del siglo XX un comerciante iquiqueño instaló en Tarapacá con Vivar, un gramófono. La gente se agolpó a escuchar la melodía, que por arte de magia, salía de ese aparato. En junio del año 1889, la prensa local informa que en la librería de Lorenzo Petersen se encuentra a la venta el primer gramófono que llega a la ciudad.

Siendo exagerados podríamos decir que ahí empezó la modernidad en Iquique. El espacio público se llenaba de sonidos desconocidos.

En la década de los 40, el abrir y cerrar de las tiendas estuvo marcado por el ruido de las rejas metálicas. No sé cuándo se instalaron los timbres en las casas, abandonando la clásica mano de metal, hoy objeto de colección. Abundaban en la calle Baquedano al igual que las placas de bronces de abogados, médicos y uno que otro practicante. Tocar el timbre y arrancar se convirtió en un pasatiempo. No muy original, por cierto. Robert Doisneau, fotógrafo francés tiene una hermosa foto de niños de Paris haciendo las mismas travesuras. Robar placa y cobrar por devolverla fue un clásico de los liceanos en su aniversario.

En los barrios populares se golpeaba la puerta con una piedra. La mítica pitita, aliviaba en algo. O con una llave sobre la mampara. Se innovaba en las telecomunicaciones. Dos tarros de leche condensada unidas por un largo hilo, era el placebo de la comunicación. El silbido era un instrumento que solo precisaba la boca y en algunos casos los dedos. "Agüita" fue el precursor de los celulares. Hubo en los 90 un flaco alto que emitía largas flatulencias, chanchos, para ser más claros. No era muy distinguido. Aún se escucha la melodía del afilador de cuchillos. En las esquinas de Orella con Obispo Labbé un gallo canta que da gusto. No extraño el ruido de los gimnasios, menos el regetón del auto enchulado.

La ciudad ahora está en un relativo silencio. A veces se siente el ruido del mar. O el motor de una motoneta delivery. No hay bandas de bronces. Iquique parece una película muda.

"La ciudad ahora está en un relativo silencio. A veces se siente el ruido del mar. O el motor de una moto delivery".

Bernardo Guerrero J., Sociólogo

Por la pandemia, el Día del Patrimonio quedó "atado" a las plataformas digitales para ofrecer su oferta. Es una buena oportunidad para conocer desde casa una inmensa variedad de atractivos culturales.

Aglomeración

Es entendible que varias personas solo pueden salir a comprar los fines de semana, pero por el escenario actual de la crisis en la región, hay que tratar de evitar las aglomeraciones y tacos en los centros de abastecimiento, y optar por opciones más seguras.

Fiestas

La policía ha detectado al menos siete fiestas en domicilios durante la cuarentena. Un fenómeno totalmente opuesto al combate contra la pandemia. Una irresponsabilidad tremenda de unos pocos que afecta a todos.