Tras una larga espera que se extendió por una década, el Consejo de Monumentos Nacionales declaró los vestigios mineros de Huantajaya como Monumento Nacional, en la categoría de Monumento Histórico.

Esta denominación es una excelente noticia para la región, pero muy especialmente para Alto Hospicio, una joven comuna que reclama -y necesita- la construcción de su propia identidad cultural como herramienta clave para proyectar su desarrollo.

El antiguo yacimiento de plata data de tiempos prehispánicos y durante el siglo XVIII se convirtió en un importante polo económico para la zona. En ese contexto, es un lugar que alberga historias de distintas épocas y que incluso ha llamado la atención de connotados investigadores.

Junto a la denominación aparecen interesantes posibilidades de desarrollo. Una de ellas es la construcción de un museo de sitio, iniciativa que, de materializarse, permitiría fortalecer y difundir parte de la historia de Alto Hospicio. Además, también se potenciaría el turismo y otros emprendimientos.

Por lo pronto, es indispensable que se apliquen todos los resguardos destinados a proteger el lugar, de modo que no sea afectado como tantos otros sitios históricos que han quedado abandonados a su suerte y desvanecidos por la acción del hombre o las inclemencias del desierto más árido del mundo.

La región cuenta con ejemplos concretos: las salitreras Humberstone y Santa Laura que han permitido a miles de personas conocer la historia de la salitrera local. Por otro lado está el Gigante de Tarapacá, geoglifo que pese a su enorme valor patrimonial, hasta hace poco era víctima de innumerables daños ante su abandono.

En esa dirección se valora el anuncio del ministro de Bienes Nacionales, Julio Isamit, quien en compañía de autoridades regionales y comunales se trasladarían hoy a Huantajaya para declararlo como bien protegido.

Esta declaratoria es una buena oportunidad para que más de 100 mil personas comiencen a dejar atrás años de una dolorosa estigmatización y sientan que el futuro es más prometedor.

"Por lo pronto, es indispensable que se apliquen todos los resguardos destinados a proteger el lugar".

Escribo esta columna en la víspera de San Lorenzo de Tarapacá, escucho sorprendido los fuegos artificiales por todo Iquique y Alto Hospicio, pienso que es una nueva forma de expresar la devoción en plena pandemia y confinamiento. La reflexión que surge es sobre nuestra identidad tarapaqueña.

¿Cómo es que la fiesta del santo patrono del pueblo de San Lorenzo de Tarapacá ha permanecido e incluso crecido, después que ese poblado dejó de ser la capital de la Provincia hace ya más de un siglo y medio?

Durante el largo periodo colonial de nuestra Provincia (siglos XVI hasta 1821), la vida se desenvolvió fundamentalmente en los valles y oasis, siendo el poblado de San Lorenzo el que alcanzaría el rango de capital de provincial. Allí nacieron importantes personajes como José Basilio de la Fuente, el gran minero de Huantajaya, y Ramón Castilla Marquesado, el prócer del Perú republicano. La minería del salitre a partir de mediados del siglo XIX cambió el eje de las actividades económicas hacia el litoral, los puertos fueron sinónimos de modernidad, especialmente Pisagua e Iquique.

Mientras se desarrollaba la vida en el desierto y en el litoral, lentamente los valles y oasis fueron quedando en la trastienda de esta modernidad pletórica de flujos culturales y poblacionales venidos de ultramar, especialmente desde Chile. Entonces los tarapaqueños comenzaron a identificarse con la pampa y con los puertos, así emergieron los pampinos y los iquiqueños, las identidades dominantes y complementarias, donde el carácter chileno -diría Hernán Godoy Urzúa- se consolida. Sin embargo, como los ríos ocultos que recorren el desierto y afloran en aguadas, festividades religiosas como La Tirana y San Lorenzo, han sido santuarios que nos recuerdan que la cultura es dinámica, sincrética, de larga duración y dialéctica. Las antiguas identidades siempre vuelven, porque sabemos que si las echamos por la puerta trasera ellas regresarán por la puerta principal. Y cada año lo hacen con más fuerza, potenciadas por nuevas generaciones de tarapaqueños habidos de encontrar raíces firmes en este mundo globalizado y virtual.

Llegará el momento en que esas nuevas generaciones se harán la pregunta ontológica por el "ser tarapaqueño". Sin duda, la respuesta dirá que es muy diferente a la de siglos pasados, pero dirá también que existe un delgado hilo plata de continuidad histórica.

"Llegará el momento en que esas nuevas generaciones se harán la pregunta ontológica por el 'ser tarapaqueño'".

Sergio González Miranda,, Premio Nacional de Historia 2014

En el sector bancario de Iquique continúan las extensas filas para el banco y para las AFP. Lo peor es que no muchos respetan la distancia social. Sería bueno algo de fiscalización en el lugar para evitar más contagios.

Salud

Tal como lo han mencionado las autoridades y los médicos, es importante que no se dejen pasar otros problemas de salud, como del corazón, que después generen problemas. Sin embargo, también parece necesario que más consultas estén realizando atención.

Estadio

Pareciera que las autoridades locales con las de Santiago no han acordado una solución por el estadio, siendo que existe una opción aprobada por especialistas para que conviva el fútbol y la atención a los pacientes con Covid en el recinto. Hay que agilizar las conversaciones.