OPINIÓN
La quema del 2020
Mis navidades de infancia fueron de barrio. Mesas con manteles coloridos que se tomaban la calle. Chocolate caliente con roscas y queques caseros y una fila larga y ansiosa de niñas y niños esperando los vasitos de helados que coronaban la celebración. Pero transcurrida la medianoche del 24, que daba paso al 25, nuestro foco cambiaba.
Empezábamos a planear el año nuevo. Nuestra atención dejaba de estar en el arbolito de pitas de nylon y base redonda o en los regalos con olor a plástico nuevo que inundaban las calles junto al aroma de bronceador. Porque en aquellos años no se hablaba de bloqueador solar, sino de piel dorada de ensueño que se lograba con un factor de protección casi inexistente, el número 2. Con trajes de baño y toallas recién estrenados, atravesábamos caminando Iquique entero, hasta llegar a Cavancha. En el trayecto, íbamos ideando el gran evento de la noche del 31: la quema del mono.
Por supuesto, todo el proceso era liderado por varios adultos desocupados que, generalmente, coincidían con ser los cesantes. Y de esos, en los '80 había muchos. Igual que ahora. Las vecinas donaban ropa vieja en desuso con la que se armaba y rellenaba la figura de un hombre que personificaba el año viejo. Las familias que querían deshacerse de los cachivaches del techo o del fondo del patio, también hacían su donación, y con cada artículo se iba construyendo una escenografía de expiación. Todo aquello de lo que te querías librar del año que se iba, se lanzaba al fuego, hasta consumirse. En las llamas ardían los malos negocios, las tristezas de las pérdidas y las enfermedades, los desastres naturales, los amores no correspondidos y las vergüenzas nacionales. Uno de los momentos más importantes de la quema, era el bautizo del mono. El nombre debía sintetizar el año y las razones de su purga. Recuerdo que, en 1989, el mono del barrio se llamó "Cutufo" aludiendo a un escándalo político provocado por los movimientos oscuros de dinero que hacía un sindicato financiero clandestino e ilegal de la época (si tienes menos de 35 años, googlea "Cutufa").
Pero el fuego no es solo un anhelo de dejar atrás. Es también una forma de conmemorar. Encendemos velas por nuestros seres queridos y antorchas por los héroes. Así, mi deseo para este fin de año, es que las fogatas no sean solo de olvido, sino también de luz que cubran con solemnidad las sillas vacías que nos deja el 2020.
"En las llamas ardían los malos negocios, las tristezas de las pérdidas y las enfermedades, los desastres..."
Gissel Godoy Riquelme, Arquitecta-MBA