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las páginas es viajar de la mano del escritor.
Los textos de esta nueva selección -más de veinte piezas en orden cronológico- incluyen un relato inédito y otros rescatados de la edición póstuma ("Antártico", 2008) hecha por los herederos de Coloane. El inédito es el "Galope en La Patagonia", "un cuento sorprendente, que estaba impecable en la edición, no había que hacerle nada", según el antologador.
Zuñiga pudo instalarse en la mesa del fallecido escritor cotejando originales. Así pudo ver "in situ" cómo trabajaba Coloane sus cuentos: "Nos pasó el material su hijo, material a máquina de escribir que pensaba él que eran inéditos, pero eran cuentos que fueron publicados con otros nombres, versiones previas a las que iba a publicar. Editaba mucho, corregía mucho, intervenía con cuidado, era obsesivo con probar, quitar pasajes completos, borrar un personaje, con los detalles. Entendía la literatura como un trabajo muy minucioso", relata Zuñiga.
-Debe haber sido complejo de editar, en su tiempo.
-Yo creo que debe haber sido medio cabrón. Sus cuentos eran publicados como él los entregaba. Era una voz respetada y singular, muy fuerte. Su trabajo era más de autoedición que trabajar con editores.
-¿Cuáles consideras que fueron los hitos vitales y literarios de Coloane?
-Es el tipo de escritor que pareciera que todo lo vivió entre los 5 y los 20 años de edad. Finalmente, buena parte de su literatura va a ser la indagación en esa infancia y esa adolescencia. Una adolescencia muy distinta a la que se vive hoy: a los 18 años ya trabajaba de manera brutal y tenía contacto con un mundo muy salvaje. Ya sea pensando en lo geográfico, el paisaje, también en las relaciones masculinas. Las masculinidades se ven de manera gráfica. Lo trabaja de manera instintiva, inconsciente, está ahí.
-¿Cómo se forma un escritor bajo esas circunstancias?
-Es una gran pregunta. Yo me formé como lector en Santiago, me fui de Iquique a los 12 años. En provincias hay pocas librerías, las bibliotecas son precarias y en los años de Coloane era más complejo aún, en un mundo donde al parecer no había un universo intelectual para compartir sus inquietudes. Creo que hay algo hermoso, que no va a cambiar nunca: hay personas que tienen un deseo irrefrenable por narrar y un deseo irrefrenable por la narración. Es un punto de origen que lo llevará a cristalizar sus experiencias y convertirlas en textos. Es el asombro de lo que está viviendo. Después, claro, sí o sí el viaje a Santiago a buscar una nueva vida y a trabajar era una forma de entender que no bastaba simplemente con contar la vida, que requería una formación de lectura. Eso lo encuentra en la capital.
-¿Te parece muy excéntrica su formación?
-Existe un lugar común del escritor con biblioteca. Ese que tiene unos padres que son grandes lectores. Pero -también creo- que en Chile las nuevas generaciones no vienen de esos papás "grandes lectores con grandes bibliotecas". La generación con que compartió Coloane buena parte viene de la burguesía o la aristocracia. Él era un bicho raro, por eso me siento tan interpelado por su literatura.
-¿Cuánto de lo que escribió lo habrá vivido?
- Hizo de todo lo que se te puede ocurrir: trabajó arriba de barcos, cuidando haciendas, con ovejas, todos los oficios vinculados a la naturaleza. La muerte de su madre delineó de manera muy fuerte lo que iba a ser su escritura. Trabajó en base a la experiencia. Por eso tenía tanto dominio de todo. Uno lee y siente que todo lo que está narrando es algo que vivió y por supuesto que no es así. Lo interesante es que él no aboga por una literatura historiográfica, lo que él hace es tomar estas experiencias y convertirlas en literatura. Muchas veces hace ficción para darle mayor complejidad a lo que narra. Disfrutaba el ejercicio de narrar, más que dejar por escrito lo que había pasado.
-¿Qué muestra de Chile, Coloane?
-Muestra un paisaje nuevo que la narrativa chilena no había registrado de manera metódica y profunda. Muestra un mundo que desde la capital se sigue viendo singular. Yo en Iquique podía tener vínculo con el mar, como lector del norte, pero sus paisajes me parecían alucinantes, y, en algunos puntos, increíbles. Curiosamente la narrativa chilena ha indagado poco en esos paisajes después.
-¿Qué significó para Coloane ser editado en Francia?
-La última etapa de Coloane es una buena etapa. Como obtiene el Premio Nacional muy pronto, en 1964, siendo un escritor relativamente joven, hubo mucho reconocimiento: ingresó al canon rápidamente. Fue importante que le reconocieran en esos últimos años que su literatura no solo funcionaba en Chile, porque acá se lo leyó como un escritor del sur. Por las entrevistas que leí, era alguien que estaba muy contento. Fueron también las últimas alegrías y una suerte de renacer, que fuera reeditado en los noventa y se lo volviera a leer. Hay mucha gente que lo sigue leyendo y admirando: mucha.
"Trabajó en base a la experiencia. Por eso tenía tanto dominio de todo. Uno lee y siente que todo lo que está narrando es algo que vivió y por supuesto que no es así". "Existe un lugar común del escritor con biblioteca. Ese que tiene unos padres que son grandes lectores. Pero también creo que en Chile las nuevas generaciones no vienen de esos papás grandes lectores con grandes bibliotecas".