opinión
La ciudad que merecemos
"Las ciudades inteligentes deben ser accesibles y serán accesibles, cuando todas las personas puedan ejercer en ellas sus derechos".
Escuché esta declaración en voz de María Soledad Cisternas, abogada no vidente y delegada de la O.N.U., durante una clase magistral sobre accesibilidad universal. Sintetizó lo que me venía inquietando desde el nacimiento de mi hija, hace tres casi tres años atrás, cuando tuve que desenvolverme en la ciudad con las ruedas de un coche y ya no solo con mis piernas de peatona autónoma.
Mi percepción de la ciudad cambió drásticamente, porque lo que antes resolvía caminando, ahora lo vivía empujando un medio de transporte menor, pero no por ello menos desafiante. Aparecieron ante mí, obstáculos que antes pasaban desapercibidos: las rutas no eran, ni son accesibles.
La segunda mayor de las ausencias era no contar con un destino al cual ir. ¿A qué espacio público con algo de sombra, resguardo del viento y pavimentos medianamente estables, que ofrecieran un recorrido de, por lo menos, 15 minutos, podía acudir? La respuesta era tomar una micro y llegar al borde costero, a algunos de sus parques o al Paseo Baquedano. En otras palabras, trasladarme, a un lugar en la ciudad, que me ofreciera la posibilidad de ejercer mi derecho a pasear en coche con mi hija. Desplazarme hacia un sector que, por un par de horas, me permitiera experimentar una mejor calidad de vida urbana.
Cuando leo los argumentos que apoyan el retiro del Plan Intercomunal Regional, indicando que no debemos limitar la densificación de los sectores más consolidados, para así, permitir que la mayor cantidad de iquiqueños, podamos vivir en "la ciudad que merecemos", la primera pregunta que surge ante mí es: ¿es la densificación, la garantía de un alto nivel de calidad de vida? La respuesta es no.
Al menos no en la forma en que la densificación se lleva haciendo en Iquique. Porque en una ciudad con calles poco amables y una cultura peatonal deprimida por el parque automotriz, proporcionalmente, más grande de todo el país, la densificación es igual a congestión. Pero hay más. Cuando se concentran servicios y usos en determinados sectores, se desvalorizan aquellos que no reciben el mismo tratamiento. Así, la densificación mal gestionada, genera también inequidad urbana. La ciudad que merecemos no es una con sectores privilegiados a los que debemos acudir para ejercer derechos básicos, como pasear con un hijo pequeño. Sino una en la que cualquier persona pueda hacer uso y goce de ella, donde sea que viva o esté.
"La densificación mal gestionada también genera inequidad..."
Gissel Godoy Riquelme, Arquitecta-MBA