opinión
El fin del "no estoy ni ahí"
Fue en los años noventa cuando se acuñó la expresión "no estoy ni ahí". Significa "no me interesa", pero con un ímpetu absoluto de rechazo a cualquier gasto de energía que implique poner atención, a eso que tu interlocutor te quiere decir. "No estoy ni ahí" exuda desinterés y despreocupación.
Una vez leí, que no era coincidencia que esa expresión surgiera entre los que eran jóvenes en los noventa, habiendo sido niños en los ochenta. Porque la desidia era un síntoma natural de quienes habían crecido con la represión de una dictadura. Ese mismo análisis, decía que tendrían que pasar muchos años, y venir nuevas generaciones, para que el "no estoy ni ahí", se revirtiera por un "estoy ahí".
Veinte años después de ese vaticinio, las palabras del analista se cumplieron. El estallido social de octubre del 2019, demostró entre muchas cosas que, lejos de haber una crisis de la democracia en nuestro país, lo que estaba en crisis, era la representatividad. Por muchos años, fuimos acumulando los "nos estoy ni ahí" materializados en muy pocas personas votando, por un puñado aún menor de candidatos. Consecuentemente, iba quedando fuera de esta dinámica, una masa creciente de personas con que no se sentía reflejada en sus líderes, y que acumulaba frustración y disconformidad.
En los últimos meses, he leído desde distintos sectores de opinión, a numerosos detractores del explosivo interés de nuevos nombres, sin pasado en política, queriendo ser parte de la escritura de la nueva constitución. Argumentan falta de preparación e incluso ausencia de entendimiento del peso que involucra semejante responsabilidad. Al respecto, no puedo pronunciarme sobre los rostros de la televisión o la farándula, porque no he tenido oportunidad de informarme sobre sus historiales. Pero sí quisiera hablar sobre los anónimos: los dirigentes vecinales y sindicales, los gestores culturales, las líderes feministas, animalistas, y/o medio ambientales, o quienes llevan la delantera en innovación y emprendimiento. Sobre esas personas, mi opinión es que sus propias historias de vida, constantemente enfrentadas con los límites legales que estructuran lo amigable u hostil que puede ser nuestro país, son su carta de presentación, el indiscutible respaldo que los avala, al momento de postular. La política tradicional, no es la única forma de conocer cómo funciona y qué necesita un pueblo. La proliferación de tantos nombres me alegra y me esperanza, porque es una señal certera del fin del "no estoy ni ahí" uno que hoy, felizmente, se ha transformado en un "quiero estar ahí".
"La proliferación de tantos nombres me alegra, porque es una señal certera del fin del "no estoy ni ahí"
Gissel Godoy Riquelme, Arquitecta-MBA