OPINIÓN
La magia de la realiddad
Barranquilla es una ciudad del caribe colombiano, por la que Gabriel García Márquez desarrolló una gran admiración y donde también encontró el amor. Se yergue desde la exuberancia verde y cálida, propia del mismo clima tropical que, el "Gabo", usara como el ambiente que rodea las vivencias peculiares de sus personajes. Esas que esculpen el realismo mágico de sus letras.
Barranquilla es también hoy, la tierra que concentra mis energías, tiempo y dedicación. Junto a un equipo de compañeros de máster, estamos desarrollando en ella, un proyecto que funde los principios de la ciudad inteligente y los ejes principales de una biodiverciudad. Parte del ejercicio es detectar las demandas de la comunidad y espacios urbanos y naturales barranquilleros. Y parte de él también, es entregar una solución.
Lo alucinante es el viaje, porque dicha propuesta debe ser modelada pensando en la ciudad del futuro. Esa que veíamos en Los Supersónicos, donde las familias usaban tecnología de punta al servicio de lo cotidiano. O la entregada por Astro Boy, la serie japonesa sobre la natural coexistencia de los robots y la humanidad. Y todo ello, en un entorno social y paisajístico profundamente diversos. Hablo de sensores, inteligencia artificial, automatización e interoperabilidad de sistemas, integrados a una vida urbana pluriétnica y multicultural que dialoga entre el hormigón, los manglares y guacamayas.
Pero el desafío no se agota ahí. Porque lo hacemos desde distintos puntos geográficos y experiencias profesionales. Lo primero significa hacer malabares con las, en mi caso, seis horas que nos separan de la universidad que guía el máster, apostada en Barcelona y las otras ocho que nos distancian de la tutora, presente hoy en Dubai. Lo segundo es ponernos de acuerdo en los enfoques que, un analista programador de Lima, una abogada especialista en derecho ambiental, un ingeniero experto en energía eólica, ambos de Barranquilla y una arquitecta iquiqueña, dedicada hoy a la accesibilidad universal, pueden aportar. ¿Cómo? Robándole a las horas del sueño, la posibilidad de reunirnos por zoom después de largas jornadas de teletrabajo, crianza en confinamiento y labores domésticas.
Si hace cinco años, hubiese encontrado mi vida de hoy, escrita en un libro, la habría descartado por imposible. Pero si hay algo que agradezco a la odiosa pandemia que, no pocas veces, me ha llevado al borde de la locura, es que me entregó una oportunidad de normalizar lo insólito e impensado. Agradezco escribir mi vida con una rutina que combina a diario las fantásticas posibilidades de lo virtual y presencial. Una vida, mágicamente real.
"me entregó una oportunidad de normalizar lo insólito e impensado".
Gissel Godoy Riquelme Arquitecta-MBA