El cuco
Una vez, alguien muy molesto conmigo, quiso insultarme. Reunió todas sus fuerzas y las expulsó en un grito rabioso "¡eres colorina y todos lo saben!". Eran los años '80, yo tenía doce, y Raffaella Carrà se escuchaba en la radio. Por aquellos días, el color de mi cabello, junto a mi piel pecosa, eran material suficiente para marcar una ingrata diferencia. Una que, lejos de cubrirme de belleza, me estigmatizaba como una exponente de rasgos físicos señalados como defectos. Pero ese alguien iracundo, tenía cinco años y solo repetía lo que escuchaba en las burlas del barrio. Salí indemne de es cándido intento de ofensa, y de todos los que se repitieron, porque estaba blindada. Mis padres me enseñaron que los humanos nos asustamos con lo distinto, y que lo "distinto" no es un concepto absoluto, sino que se define, según el contexto que lo nombra.
Hace quinientos años atrás, nuestros antepasados americanos, los dueños de casa, fueron categorizados por los conquistadores recién llegados, como una forma de vida inferior por esta misma razón: ser distintos. Pieles oscuras, politeístas, analfabetos, hostiles y sin alma. Fue la visión eurocentrista la que instaló la idea de que la riqueza cultural de los pueblos originarios de América no era tal y que se reducía a expresiones incompletas o deformadas. Una mirada que se perpetuó durante la colonia y nos acompaña hasta hoy. Son estas convicciones erróneas, las que modelan que haya una parte de Chile que crea que, ser indígena es igual a ignorancia. Las culturas americanas pre hispánicas, lejos de estar detenidas en el tiempo cuando llegó Colón, habían construido conocimientos valiosos, pero diferentes, basados en otros paradigmas de relación con el universo, el territorio, la naturaleza y de las personas entre sí.
Es este desconocimiento el que abofeteó las prejuiciosas mentes de quienes preguntaron si Elisa Loncon, la presidenta de la Convención Constitucional, sabía leer o escribir. El mismo que hace que muchos arruguen la nariz con tanto constituyente de origen humilde y trayectoria esforzada. "¿Cómo es que alguien como yo, va a pretender a escribir las reglas del nuevo Chile?, ¿cómo aceptar que hoy el poder de algo tan trascendental, no resida exclusivamente en la élite del país? Pues sí, es posible hacer las cosas de otra manera y en lugar de asustarnos, celebrar. ¡Explota, explótame, expló!, ¡Turutum! ¡explota, explota mi corazón! Un monumento de la colonia ha caído.
"Pues sí, es posible hacer las cosas de otra manera y en lugar de asustarnos, celebrar".
Gissel Godoy Riquelme,, arquitecta-MBA