Desvestir un santo
Cada vez que el precio de los combustibles fósiles va al alza en el mundo y repercute en el país, vuelve la polémica por el impuesto específico a los combustibles, principalmente liderada por los gremios del transporte, pero que también hace eco en los automovilistas.
Este impuesto fue instaurado en 1985 con el objetivo de financiar la reconstrucción después del terremoto de ese año. La tasa de este tributo es de 1,5 UTM por metro cúbico para el petróleo diesel y de 6 UTM por metro cúbico para la gasolina automotriz y, sin embargo, ha permanecido en el tiempo, permitiendo recaudaciones millonarias para el fisco y se ha transformado incluso en una especie de impuesto verde, ya que afecta al uso de vehículos que emiten gases contaminantes.
Si bien los gremios del transporte y del comercio han manifestado que gran parte de sus costos se ven incrementados a causa de este impuesto, otros dan cuenta que si se quita bajarían los precios del transporte y el flete.
Pese a lo anterior, es muy difícil que las empresas que se dedican a estos rubros van a tener una baja importante en sus precios, más aún que los vayan a mantener en el tiempo si lo hacen.
Por otra parte, el impuesto especifico, según los expertos, en un 60 por ciento lo paga el quintil más rico del país y el 75% de las personas más pobres no tienen acceso a un vehículo particular.
Lo cierto es que son muchos más beneficios de mantener este impuesto que de quitarlo, pese a que se pueda ver una baja en el precio del combustible para un grupo grande de contribuyentes, ya que el hoyo fiscal que se podría generar, significaría que se tengan que aplicar otros gravámenes que pueden afectar igual o más a la clase media con el fin de financiar las políticas sociales.
Es importante dar señales y hacer acciones que desincentiven el uso de los vehículos y no al revés. Ejemplo de ello son propuestas que buscan gravar de mayor manera el uso de diesel como un combustible más contaminante, no obstante, también es cuestionable, puesto que es el transporte del alimentos, carga de primera necesidad y el transporte público del país, en su mayoría usa este combustible, lo que sí tendría un efecto en el costo final de cada producto.
"Es importante dar señales y hacer acciones que desincentiven el uso de los vehículos y no al revés".