En medio de un escenario apocalíptico, transitando entre la soledad y el encierro, hemos debido vivir la muerte de la forma más triste jamás concebida, sin abrazos y sin adiós. Las experiencias de perdida nos acompañan cotidianamente, se hacen evidentes cuando perdemos a alguien, pero se viven cada vez que cerramos un ciclo y tomamos una nueva dirección.

En sociedades premodernas, la muerte se enfrentaba con dignidad y resignación, rodeados de ritos y espacios simbólicos que contribuían a que las personas llenaran el vacío de la pérdida y encontraran sentido a la muerte. Las muestras de afecto, han quedado en el pasado, y la muerte de un ser querido se reduce a un minimalista anuncio en un periódico.

Esta pandemia refleja lo distante que aún estamos de humanizarnos. El sistema neoliberal ha puesto la felicidad como un bien de consumo, asociando emociones y vínculos a experiencias de mercado, generando estrategias para evadir el dolor e invisibilizar el efecto de las perdidas. Sistemáticamente nos enfrentamos a acciones que buscan insensibilizar a las personas, frente a lo que necesariamente debemos enfrentar, el dolor de las perdidas.

Como sobrevivientes de esta pandemia, debiéramos esforzarnos por recuperar la ética del dolor, rescatando espacios de dignidad y respeto para nuestros muertos. Recientemente ha surgido desde la sociedad civil la iniciativa del Día de la Condolencia y el Adiós, en un esfuerzo por lograr escenarios donde la tristeza tenga lugar y expresión, y acompañe simbólicamente el proceso de perdida con reflexión y recogimiento. Este 5 de septiembre tendremos el espacio de despedida para las personas que han fallecido estos últimos meses. Acciones como esta permiten tener la esperanza de recuperar la humanidad que hemos perdido.

"Esta pandemia refleja lo distante que aún estamos de humanizarnos (...) como sobrevivientes de esta pandemia, debiéramos recuperar la ética del dolor, rescatando espacios de dignidad".

Catalina Valenzuela,, directora Escuela de Psicología, Universidad de Las Américas

En una entrevista que realizó esta semana Elisa Loncon al diario UChile, la presidenta de la Convención señala que se le ha realizado una campaña de desprestigio solo por ser mujer e indígena. Eso es llevar el debate sobre su gestión a un plano de justificaciones simplistas y sin sentido.

Las críticas no pasan por su calidad de indígena, sobre todo cuando se observa que en cada comisión o asignación se les ha dado un trato especial a estos constituyentes, y mucho menos por ser mujer, siendo que ese género es amplia mayoría en la conformación de las comisiones y sus liderazgos.

Cuando Jaime Bassa utilizó su cargo de vicepresidente para exigir la liberación de los constituyentes detenidos en manifestaciones, se le criticó de la misma forma como se ha hecho con las desafortunadas declaraciones que acostumbra hacer Loncon. Parece que el camino de las excusas siempre va a ser más fácil por sobre el de la autocrítica, que por ahora se ve desierto.

Pilar Riesco,

socióloga

Esta semana se inicia en la Comisión de Constitución de la Cámara de Diputados la tramitación del proyecto de reforma constitucional del cuarto retiro de fondos previsionales. Esta medida es regresiva, ya que aquellos afiliados que aún tienen saldo en sus cuentas tienen remuneraciones más altas y bajo nivel de vulnerabilidad. Datos de la Superintendencia de Pensiones dan cuenta que los chilenos, que poseen ingresos más bajos y menores densidades de cotización, son quienes retiraron el 100% de sus fondos.

De acuerdo con estimaciones preliminares, con un eventual cuarto retiro, alrededor de 4.500.000 personas quedarían sin saldo en sus cuentas -40% del sistema. Hasta el tercer retiro, se estimaba que los afiliados tendrían que cotizar 5,9 años adicionales para recuperar el nivel de saldo que tenían antes, cifra que debiese aumentar con el cuarto. De igual manera, la Superintendencia estimó que la disminución promedio de las pensiones podría llegar a 33,3% en mujeres y 24,3% en hombres. Es decir, los recursos provenientes de un cuarto retiro no favorecen a quienes tienen mayor inestabilidad laboral o un empleo informal.

Por ello, no debe ser analizado como una política pública junto a instrumentos como el Ingreso Familiar de Emergencia, ya que responde a fines demagógicos más que ha preocupaciones por las familias vulnerables de Chile.

Martín Durán

Paso a expresar mi sentimiento con respecto a nuestra inopia acuífera. Cuando llegamos como familia a esta maravillosa y soleada tierra, que nos recibió con los brazos abiertos, nos encontramos que existía una racionalización del agua, situación que nos obligó a usarla con precioso y eficiente cuidado. Cuando se expresó que el agua ya no sería racionalizada, todos aplaudimos y nos regocijamos de tan estupenda idea, pero ahora nos encontramos que este precioso elemento, en poco menos de diez años, será muy escaso y ante esta circunstancia nuestras autoridades debieran ya volver a una racionalización del agua, así como existía cuando llegamos en aquellos tiempos de un Iquique con veredas de madera, una pita para abrir la puerta, de largas conversaciones en la vereda, con menos autos y una auténtica vecindad socializadora. Es necesario y urgente una medida como la de aquellos tiempos, tal vez así se podría cuidar un poco más nuestra agua. Gota a gota el agua se agota.

Ruth Labarca Rebolledo