Chile: unidad y esperaza
Este próximo 18 de septiembre vamos a conmemorar un año más de nuestra independencia nacional, haciendo memoria del gran hito histórico que marcó el inicio de nuestra independencia, como fue la creación de la Primera Junta Nacional de Gobierno. Este acontecimiento fue la recompensa y coronación a las luchas y esfuerzo de muchos hombres y mujeres que supieron con valentía, ideales y fe en Dios, construir esta nueva nación que emergía entre la cordillera nevada y el mar azul, con cielos limpios donde las estrellas pasan a ser un reflejo de la mano del Creador.
Era una nación que nacía con "alma", pues quienes trabajaron por conquistar la libertad nacional, llevaban en su conciencia y corazón la certeza que este nuevo pueblo solo sería grande y próspero, en la medida que Dios pudiera iluminar el caminar del peregrinaje, pues, el auténtico desarrollo de un pueblo, sólo se alcanza en la medida que sus ciudadanos reconozcan -como lo ha hecho Chile en estos 211 años- que la humanización se logra si la nación acepta al Padre Creador, que nos regaló esta tierra; en la medida que aceptamos que tenemos un Gran Hermano que entregó la vida por todos los que formamos este Chile; y un Espíritu de verdad que nos enseña aprender de los errores del pasado, para que nunca más vuelvan a repetirse; será este Espíritu que nos fortalece ante los sufrimientos y dolores, como lo ha hecho en este tiempo de COVID-19.
Son por estas razones que no podemos desconocer que el ADN nacional, lo que hace que nuestro país sea Chile, y no otra nación, es la fe, la cual forma parte de nuestra identidad nacional, de la cual debemos sentirnos orgullosos; nunca olvidemos esta gran verdad, pues un pueblo que olvida su pasado, no sabrá qué camino debe tomar hoy.
Si mantenemos viva esta convicción seremos capaces de construir el Chile grande y desarrollado que todos queremos, donde pueda reinar la verdadera justicia que es construir una nación sin violencia, donde se respeta el derecho de todos los ciudadanos a vivir en paz; a tener una vivienda digna; de acceder a una salud de calidad, de tener la posibilidad de educar a los hijos para romper el cordón de la pobreza; estas necesidades básicas son un derecho no sólo para unos pocos, sino de todos los chilenos.
Una nación se hace más próspera y más humana cuando cuida el valor de la vida, desde el primer minuto que nace en el vientre de una mujer, hasta el cuidado y respeto por aquellos chilenos y chilenas, que hoy van haciendo camino lento porque pesaron los años. Estos valores brotan del evangelio y debemos cultivarlos si de verdad queremos ser una nación verdaderamente desarrollada y humanizada.
"Si mantenemos viva esta convicción seremos capaces de construir el Chile grande".
Guillermo Fajardo Rojas,, administrador diocesano Iquique