Mi esposo y yo, somos padres de seis hijos, pero solo hemos llegado a conocer a dos de ellos. Los otros cuatro, son niñas y niños cuyas partidas, lloré en silencio y soledad, mientras caminaba hacia la losa de avance del edificio de turno que levantábamos, en algún rincón de Iquique. Casi toda mi vida laboral se ha desarrollado en obras de construcción y quien ha trabajado en terreno, sabe que su dinámica es una vorágine de producción donde la prioridad es solo una: avanzar. Pilares y losas, pilares y losas, sin detención. Porque la lógica de la construcción es que si no te detienes, terminarás y lo harás exitosamente.

Con ingenuidad, apliqué esa misma fórmula a mi vida y continué siempre mi trabajo sin parar. Duelos contenidos y somatizados en numerosas enfermedades para las que los doctores no tenían explicación. ¿Cómo es que alguien sana, contradictoriamente, siempre está enferma? Pasaron largos años, para entender que lo mío no requería de recetas, exámenes, ni tratamientos. Solo estaba enferma de profundo dolor. Y eso se curaba, deteniéndome, permitiéndome estar triste, aceptando las pérdidas, para finalmente despedirme y continuar. Pero ¿cómo explicarle a Recursos Humanos que debía ausentarme para vivir el duelo por la muerte de un hijo que, nunca nadie vio y que, legalmente no existía?

Lo que viene a hacer la Ley Dominga, promulgada en septiembre, es reconocer que una vida en gestación o en vías de nacer, es una vida. Y como tal, su cese provoca efectos traumáticos entre quienes se vincularon a ella a través del amor y las expectativas. Por eso, concede tiempos de duelo legales, y establece un estándar particular para el manejo clínico y acompañamiento de padres y madres que hayan sufrido una muerte gestacional o neonatal.

Además, exige disponer de asistencia inmediata y seguimiento multidisciplinario para estos casos y velar para que las pacientes que viven esta experiencia, no sean hospitalizadas en las áreas de maternidad evitando así, que tengan contacto con otros recién nacidos.

Todos estos resguardos, que surgen del más sencillo sentido común de cualquiera que, alguna noción de dolor y pérdida de un ser amado tenga, hasta hace poco en nuestro país, no existían. Así, es como se terminaba minimizando la tristeza de una madre, tratándola, desde el procedimiento al que ha sido sometida, y anulando al ser que partió.

Por el contrario, la ley Dominga, valida estas vidas, independientemente de las semanas de gestación, demandando un nombre. Es un gesto poderoso que busca real reparación, porque sabido es, que lo que se nombra, existe. Y estas vidas, incluidas las de mis hijos, existieron.

"Lo que viene a hacer la Ley Dominga, es reconocer que una vida en gestación o en vías de nacer, es una vida".

Gissel Godoy Riquelme, arquitecta-MBA

A propósito del cuarto retiro de fondos previsionales, estamos ante una mala política pública, ya que cerca del 40% de los afiliados quedará con saldo cero en sus cuentas individuales, lo que posee un alto impacto en los montos de las pensiones actuales y futuras.

Asimismo, es una medida regresiva, porque quienes podrán realizarlo cuentan con una mayor cantidad de recursos, remuneraciones imponibles, menores lagunas previsionales y empleos más formales.

Los tres retiros anteriores han aumentado las tasas de interés como la inflación, generando efectos negativos en la actividad económica y la generación de empleos.

Las propuestas de reforma han considerado un componente de ahorro, de manera que, reducir los actuales, solo refleja una inconsistencia sobre este tema. Es fundamental construir acuerdos que permitan amortiguar la pérdida de fondos de las cuentas de ahorro previsional y es muy preocupante que este tipo de iniciativas encuentren amplio apoyo en el Congreso considerando las evidentes repercusiones que tendrá en nuestro sistema, sobre todo en un contexto de recuperación económica.

Diversas candidaturas presidenciales consideran un Pilar Contributivo como parte del esquema previsional, por lo que nuestros políticos deberían darse cuenta de que continuar con los retiros de fondos apunta precisamente en la dirección contraria a la de sus propios candidatos presidenciales.

Martín Durán

Es una historia sin fin la incineración de desechos textiles contenidos en fardos de ropa usada importadas.

Periódicamente este Diario informa sobre esa indignante situación sin que las autoridades competentes tomen las medidas del caso. Desconozco si el alcalde de Alto Hospicio y la Unión Comunal de Junta de Vecinos hospiciana haya protestado por esa contaminación ambiental que afecta a su territorio bajo su jurisdicción.

El delegado presidencial de Tarapacá tiene el deber funcionario de tomar debida nota de lo señalado, pues hay reparticiones estatales que de una u otra forma tienen competencia en este asunto.

La venta de ropa usada importada es un muy buen negocio. El problema se origina en la forma que se desarrolla.

Los exportadores venden los fardos de ropa usada por categorías, es decir, según la calidad, lo que significa de que los fardos puedan contener determinados porcentajes de desechos textiles invendibles.

El Gobierno debe reglamentar rigurosamente la internación de esa mercadería, para minimizar al máximo los efectos mencionados.

Mientras unos hacen sus jugosos negocios, se contamina el ambiente local impunemente.

Es una situación intolerable por más tiempo.

Nicolás Zolezzi Velásquez