Cena sensorial
Hace diez años atrás, estuve en un encuentro de tejido. Había fabricantes de hilados de todo tipo, proveedores de palillos, telares y ganchillos. Talleres de distintas manualidades asociadas a la lana y los algodones y, por supuesto, una invitada especial. Una tejedora eximia oriunda de algún rincón con bosques de Estados Unidos. Ella, había inventado una serie de puntos y técnicas para tejer nuevas texturas que, por aquellos días, eran furor a nivel mundial. Una leyenda viviente de las dos agujas. Sentarse a su lado y escuchar los secretos que ella te iba revelando en un inglés pausado y paciente, costaba algo así como $100.000; además de una larga espera por la llegada de tu turno, porque se trataba de una experiencia personalizada.
Hace un mes atrás, volví a vivir algo así, pero esta vez, en el mundo gastronómico. Junto a las fundadoras de Borboleta y Biogastronomía, diseñamos una experiencia sensorial en torno a una cena a ciegas. A partir de mi mirada desde la accesibilidad universal, y los valiosos aportes de la psicóloga Pamela Iturra Carlos (una joven profesional a la que admiro mucho) elaboramos un guión que modelaba el tránsito desde la luz a la oscuridad de los comensales. Luego, vino el momento de trabajar con Ana María y María Luisa, para definir el relato que, en los sentidos del tacto, gusto, paladar y oído, iba a ir dejando el paso de cada tiempo de la cena. Debo decir, que ese fue un momento sublime. Solo me dediqué a escuchar, aprender y disfrutar. Porque las ideas de preparaciones, ingredientes y maridajes iban surgiendo, casi como en forma orquestada. Una melodía armoniosa de sensaciones propuestas a través de los platos elegidos, sintetizadas en las palabras que intercambiaban estas dos mentes: crocancia, suavidad, explosión, dulzor, efervescencia…
Sin planearlo, tuve el privilegio de presenciar el momento creativo de dos marcas prestigiosas ideando algo inédito en la ciudad. Sin buscarlo, tuve mi propia experiencia exclusiva y personalizada, con dos mujeres que marcan tendencia en el ecosistema gourmet local.
¿El resultado? La cena sensorial fue un éxito, pero, sobre todo, un hito abrazado con cariño y agradecimiento en el acervo culinario de quienes fueron parte de esta primera versión. Y la prueba, es que muchos anunciaron repetir su asistencia en el caso de que surjan nuevas cenas de este tipo. Pero, sin duda, el broche de oro de esa noche, fue la reacción de los asistentes al final de la velada y que puedo transmitir en la declaración de uno de los garzones presentes: "Por favor, considérenme para la próxima ocasión, pero considérenme como comensal".
¿Por qué Alejandro se animó a experimentar una cena a ciegas? Te invito a que lo descubras yendo a la próxima que se celebrará en mayo. Mis palabras, nunca bastarán para explicártelo. Tienes que vivirlo.
"Ese fue un momento sublime, solo me dediqué a escuchar, aprender y disfrutar".
Gissel Godoy,, arquitecta-MBA