Contar lo que no ha ocurrido
¿Cómo se rinde cuenta de algo que aún no comienza del todo, de algo que está en sus primeros balbuceos?
Esa es la pregunta que hubo de rondar al presidente Gabriel Boric mientras preparaba la cuenta que ha de leer hoy.
En realidad, no se trata propiamente de una cuenta, puesto que si fuera eso sería magra y escueta por el breve tiempo transcurrido; aunque puede considerarse una cuenta si se llama así no al registro de lo que se ha hecho o dejado de hacer, sino al relato de lo que se espera hacer o no hacer.
Y es esta segunda alternativa, no hay otra, a la que el presidente debe aferrarse: dar cuenta de lo que piensa y espera de su propio quehacer.
Ante todo, el presidente debiera explicitar lo que él mismo ha llamado, una y otra vez, explícita e implícitamente, el propósito transformador del gobierno que preside. Si hay algo que caracteriza a Gabriel Boric es la inmensidad de su propósito. No se trata de administrar lo que hay, de hacerlo más eficiente, de corregir defectos flagrantes, ni nada parecido. Lo que él se ha propuesto -si se atiende a su trayectoria y lo que durante ella ha dicho- es transformar ¿En qué consistiría esto de transformar? El presidente debiera comenzar por explicar eso.
En la literatura de ciencias sociales se puede encontrar la distinción entre políticas afirmativas y políticas transformadoras. Una política afirmativa se orienta a corregir los resultados inequitativos de los acuerdos sociales, sin afectar el marco general que los origina. Un ejemplo de ese tipo de política sería el multiculturalismo que repara la falta de respeto simbólica pero que deja intacta la diferencia que la origina. O, en el ámbito económico, el estado de bienestar que mediante un sistema de servicios o subsidios repara las desigualdades sin evitar que se sigan produciendo. Las soluciones transformadoras serían, en cambio, aquellas soluciones dirigidas a corregir los resultados inequitativos, precisamente mediante la reestructuración del marco general o la estructura que los origina.
Como es fácil advertir un propósito transformador exige un diagnóstico a la altura. Si usted no identifica aquello que produce los resultados -la desigualdad, la discriminación étnica o de género, etcétera- que usted quiere evitar, su propósito transformador se quedaría en una mera frase.
Así entonces el presidente tiene el gravamen -si mantiene su propósito transformador- de elaborar y transmitir un cierto diagnóstico de la situación del Chile contemporáneo, única forma que su propósito sea plausible.
Por lo dicho, la cuenta -una cuenta que no es tal por lo breve del quehacer gubernamental- debiera proclamar un propósito transformador y un diagnóstico en el que ese propósito se funde.
Pero, por supuesto, eso no es del todo suficiente.
Como acá se trata de política y. no de ciencia social, el presidente debe todavía identificar los factores y las fuerzas que necesita para llevar adelante su propósito transformador y los obstáculos que deberá remover.
Para eso deberá invitar a las fuerzas de izquierda -sí, a las mismas de los treinta años- a sumarse formalmente a la coalición de gobierno. Esta es la única forma de construir, tal cual están las cosas, una mayoría que le permita ejecutar sus propósitos. Ampliar su base formal de apoyo para contar con la voluntad parlamentaria, o con una parte relevante de ella, es un objetivo a estas alturas indispensable. El dibujo de una coalición o al menos un esbozo de ella, un leve trazo, incluso, aparece como inevitable.
Propósitos transformadores, diagnóstico del Chile contemporáneo, invitación a una amplia coalición de izquierda.
No sería poco para una cuenta de lo que no ha ocurrido.
Cuando la gente ha hecho poco, cuando ha vivido poco, tiene poco que contar, tiene más por delante suyo que lo que ha dejado atrás. Y eso que les ocurre a los individuos les ocurre también a los gobiernos. Y para qué decir al de Boric. Si tiene poco que contar de lo acaecido, tiene mucho que relatar de lo que se espera. Pero al hacerlo ha de tener en cuenta que los trazos de ese relato no son impunes: configuran la vara con la que, más temprano que tarde, se le juzgará.