Es difícil ser mayor
¿Qué? ¿Qué ahora? Que los mayores la tenemos complicada, en realidad siempre la hemos tenido complicada. Recuerdo a mi abuelo, y ya asoman no pocas situaciones que para él se escapaban de su dominio, alcance o conocimiento. ¿Por qué? Tan solo por el devenir. No era cuestión de preverlas era cuestión del devenir tan solo. Si le ocurría a él, le ocurrió a la generación siguiente, la de mis padres, quienes también debieron soportar las vicisitudes del rigor de la línea del tiempo, y del progreso.
Y mi generación, la de los cincuenta, no se escapa de tal situación. Y el progreso esta vez se ha vestido de ropaje tecnológico, son las máquinas, los dispositivos, los controles remotos, los códigos qr o códigos de respuesta rápida, las contraseñas, botonería que solo responde a pulsaciones digitales en decenas de electrodomésticos. Ya no se usa el chancho de palo, tampoco el chancho eléctrico, ni la escoba, se usa un robot, qué decir de la batea para lavar… mejor no sigo.
En otro orden de cosas, ya suman muchos quienes se sienten excluidos de ciertos servicios que supuestamente los benefician, ya que la información bombásticamente expresada a veces en cadena nacional de radio y televisión señala que son parte de los poco más de dos millones de beneficiados. Sin embargo, les es difícil acceder al supuesto beneficio por… no tener los suficientes conocimientos tecnológicos. Antes, antes, la atención presencial, cara a cara era una seña de identidad social, existo, ¡soy!, soy uno de esos.
No obstante, esta dependencia tecnológica (que ya no es autonomía), se parece a la antigua manera o modo en que se podía conseguir más rápido una jubilación a la que se tenía derecho solo si se contaba con "compadres" o "padrinos (políticos)" que a su vez conocían a alguien bien puesto en un servicio y que podría ayudar, ¡qué tiempos esos, dios mío! Escapamos de eso, pero ahora asoma el dominio de la tecnología.
Lo que sucede también, es que algunos que frisan los setenta, los ochenta o más eneros, saben de experiencias enojosas, saben de eso de dar ventajas, saben de injusticias, y no quieren sumar otras más en su primavera.
¡Cuántos suman los analfabetos tecnológicos en nuestro país! ¿Esa cifra es conocida? Porque si tenemos o no tenemos haberes, posesiones, deudas, otras carencias, sí se sabe. Creo, estimo que sí son muchos los que no cuentan con habilidades tecnológicas, porque conocimientos sí que no. ¿Quién, quién no ha tenido la sensación de que con tanto proceso en que media la tecnología ha perdido oportunidades que son sus derechos?
"Soy mayor, no idiota", fue el lema de una campaña que puso en el tapete esta suerte de discriminación en España. ¿Aquí, acá, cómo estamos?
"Suman muchos los que se sientes excluidos de ciertos servicios".
Raúl Caamaño Matamala, Profesor, Universidad Católica de Temuco