"Alguien habló de nosotros"
"Irene Vallejo Debate 160 páginas $5.900 (ebook) $31.550 (en BuscaLibre, importado).
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Valeria Barahona
Un viaje por los casi treinta siglos de la historia del libro, como uno de los mejores artefactos culturales concebidos por la humanidad, fue lo que dio la fama mundial a la autora española Irene Vallejo con "El infinito en un junco", cuya publicación coincidió con la pandemia, un momento de encierro y cuestionamiento sobre las actividades "normales" del día a día. Ahora, ya vacunados y liberados, la escritora publicó "Alguien habló de nosotros": una serie de ensayos de entre dos y cinco páginas sobre la aplicación de la filosofía clásica en la cotidianidad.
Por ejemplo, el texto "Ridiculeces" da una pincelada del libro "Elogio de la locura", de Erasmo de Rotterdam, que Vallejo describe como "destinado a convencernos de que cavilemos menos sobre nuestras pequeñas torpezas y aprendamos a burlarnos de nosotros mismos como nos burlamos de los demás", porque "el constante espionaje de las faltas propias o ajenas, escribió, no nos dejaría relacionarnos. (…) Un excesivo sentido del ridículo es, por tanto, un sinsentido, y quizá una pizca de locura lo cura".
Ideas como estas mostró la autora en una conferencia "impresionante" en Providencia, donde "me dijeron que hubo cerca de mil personas y luego las firmas: terminamos a las once y media de la noche". Esto "es muy gratificante, pero lo de las firmas al mismo tiempo es como mucho desgaste emocional, porque viene mucha gente, incluso desde otros lugares, que lo han esperado con mucha ilusión y luego tienes un minuto para cada uno, y tienes que esforzarte para que ese minuto valga la pena. Muchas veces no puedes más que tomarles la mano un poco para que sientan esa cercanía".
-Más aún cuando tu obra se basa en los griegos, que no es un tema tan masivo.
-Exacto. Eso me lo decía todo el mundo, que era un libro sobre las humanidades que ahora están en retroceso y cuestionadísimas. En el momento en que empecé a escribir "El infinito en un junco" todo el mundo decía que se acababan los libros, porque con las pantallas, las nuevas tecnologías se terminaba una época, o sea los libros y la lectura, y los clásicos grecolatinos lo mismo. En teoría, digamos estaba cumpliendo todos los requisitos para que fuera un libro que no le interesara a nadie, o a casi nadie, pero yo lo escribí realmente sin expectativas ni ambiciones, porque acabábamos de tener a nuestro hijo, que nació con muchísimos problemas de salud y pasó varios meses en la UCI (unidad de cuidados intensivos), donde no puedes quedarte en la noche, entonces con mi marido nos repartíamos el día: él iba por la mañana a hacer clases a la universidad, yo me quedaba en el hospital con el niño, y luego cambiábamos. En esas tardes escribí el libro, pero no por publicarlo ni con esperanzas de éxito, de hecho, pensaba que sería mi último libro ante el cuidado que requería mi hijo, pero lo escribía por motivos terapéuticos. En esa situación tan dura, necesitaba que al menos una parte de mi día no fuera invadida por el hospital, la angustia, la ansiedad, entonces era como mi momento, una forma de reconectar con la vida anterior al nacimiento del niño. Me daba fuerzas porque ni en sueños me olvidaba del hospital.
-Escribir también es duro.
-Hace falta tanta concentración para escribir, que también conseguía borrarlo todo, incluso el miedo.
-Pero tiene un tono muy simpático, como cuando comparas la biblioteca de la Universidad de Oxford con "Alicia en el país de las maravillas".
-Precisamente por eso, porque estaba en una época tan oscura, que necesitaba de alguna forma hacer un conjuro para recordar mis viajes, mis proyectos, ponerme en contacto con todo lo que me traía alegría. Está escrito así porque fue en el probablemente peor momento de mi vida.
-Ahora tu nuevo libro, "Alguien habló sobre nosotros", parece conservar ese tono.
-(Sonríe) son textos muy breves como para leerlos muy rápido, que sirvan de entrada, para perderles el miedo, el respeto o, no sé, la desconfianza a los clásicos. Mucha gente piensa que no tienen nada que decir al presente, o que no son interesantes, no son divertidos, son algo muy solemne: este (libro) es el esfuerzo por bajarlos al suelo y que hablen con nosotros, que los veamos en su humanidad. A muchos de estos autores (Aristóteles o Baruch Spinoza, entre otros) ahora los percibimos como consagradísimos, pero en su momento tuvieron difícil el camino, fueron cuestionados o catalogados como muy revolucionarios porque rompieron esquemas: eso es lo que me gusta, recordarlos en sus vidas, que tienen mucho sentido del humor, mientras los imaginamos tan serios, barbudos y solemnes. Y a mí me gusta enfocar la realidad con un poco de perspectiva, porque a veces le damos excesiva importancia a cosas que no la tienen, perdemos un poco el foco y cuando vuelves hacia atrás en la historia tienes, digamos, otro campo de visión y otra mirada: ese retroceder al pasado para mirar el presente es algo que me gusta, (idea) que está un poco en el título.
-Parece que Aristóteles todavía habla de nosotros.
-Nos analiza, interpreta, nos puede entender y a veces nos dice cosas nuevas y sorprendentes sobre nuestro mundo. Es maravilloso cómo a veces encuentras análisis tan certeros entre escritos hechos hace milenios.
-Y relacionarlos con los jóvenes, porque al menos en Chile han ido desapareciendo las clases de filosofía en los colegios.
-Eso es muy triste. En España la sacaron unos años, pero luego volvió (porque) hubo una movilización de profesores y de la gente. Está ahí al borde del abismo, no termina de caer, pero siempre bajo amenaza, y para mí la filosofía es todo, es la ética que necesita la tecnología, la medicina, el poder, la ciudadanía, es la herramienta esencial porque es transversal y debería estar en todas partes. Si no tenemos esa capacidad crítica simplemente para usar nuestros celulares y somos crédulos, y aceptamos todas las informaciones que nos llegan al WhatsApp. Es curioso que exista tanta desconfianza hacia los medios de comunicación tradicionales y luego haya una credulidad tan enorme frente a lo que recibes por el chat, un video que clarísimamente está manipulado y, sin embargo, para eso parece que no hay un filtro, cuando no sabemos de quién vienen ni a qué intereses obedecen, muchas veces son mensajes anónimos o enviados por gente con seudónimo, que no responde por lo que está afirmando.