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Los Rapanui eran muchos menos de lo que se pensaba

Ni la sobrepoblación ni un ecocidio mermó la población de la isla. Un estudio halló cómo un grupo sobrevivió en ella.
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Agencia EFE

Hace unos 1.000 años, un pequeño grupo de polinesios navegó miles de kilómetros por el Pacífico hasta llegar a una isla remota a la que llamaron Rapa Nui y donde levantaron una emblemática civilización de la que todavía hoy quedan vestigios, unas enormes estatuas de piedra conocidas como 'moai'.

Se dice que con el tiempo, la población de rapanui se disparó hasta niveles insostenibles y acabó con los recursos de la isla: talaron todos los árboles, mataron a las aves marinas y agotaron los suelos, y para cuando llegaron los europeos en 1722 (el día de Pascua, de ahí el nombre de Isla de Pascua), esta civilización se había derrumbado y solo quedaban unos miles de habitantes.

Hoy un estudio científico, liderado por Dylan Davis, de la Escuela de Clima de la Universidad de Columbia, cuestiona esta narrativa y defiende que esta población no cometió ecocidio ni llegó a niveles insostenibles, sino todo lo contrario: aquellos polinesios encontraron formas de hacer frente a las limitadas condiciones de la isla y mantuvieron una población pequeña y estable durante siglos.

¿La prueba? Unos sofisticado e ingeniosos "huertos rupestres" donde los isleños criaban papas muy nutritivas, que eran alimento básico de su dieta y suficiente para mantener a las personas.

"Estos huertos demuestran que la población nunca podría haber sido tan grande como algunas de las previas estimaciones" y que "esa gente fue capaz de ser muy resistente con unos recursos limitados modificando el medio ambiente para obtener productos", subraya Davis.

La población

Se ha sostenido que la isla tuvo que albergar a muchos más habitantes de los cerca de 3.000 que vieron los colonos europeos por primera vez. En tanto, otros estudios basados en el rendimiento de los cultivos y otros factores, indica que la población rapanui pudo ser de 17.500 o 25.000.

Para hacer la investigación, el equipo pasó cinco años analizando el terreno de las rocallas y sus características, y a partir de estos datos, entrenaron modelos de aprendizaje automático para detectar huertos mediante imágenes de satélite, que no sólo destacan las rocas, sino también los suelos con más humedad y nitrógeno.

Los expertos concluyeron que los jardines rocosos ocupan sólo unas 188 hectáreas, menos de la mitad de la superficie de la isla y que toda la dieta se basaba en boniatos, estos huertos podrían haber dado sustento a unas 2.000 personas. Sin embargo, según los isótopos hallados en huesos y dientes, la población del pasado obtenía entre el 35% y el 45% de su dieta de fuentes marinas, y una pequeña cantidad de otros cultivos menos nutritivos, como plátanos y caña de azúcar.

Si se tuvieran en cuenta estas fuentes, la capacidad de carga de la población habría ascendido a unos 3.000 habitantes, la cifra que observaron los primeros europeos.

Para Carl Lipo, de la Universidad de Binghamton y coautor del estudio, aunque la idea del auge y caída de esta civilización "sigue calando en la opinión pública", es difícil que eso ocurriera dadas las características de la isla.

Los incendios forestales extremos se han duplicado en 20 años

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La frecuencia y magnitud de los incendios forestales extremos parecen haberse duplicado en los últimos 20 años, y lo que es más grave: los seis años más extremos se han registrado desde 2017, según un estudio publicado ayer en la revista Nature Ecology & Evolution.

En los últimos años estos siniestros han batido récords, puesto que han provocado la pérdida de vidas, propiedades, ganado, vida silvestre y hábitat. Pese a todo esto, el conocimiento sobre este tipo de incendios o las proyecciones de cómo serán en el futuro es todavía limitada.

Para averiguar si están aumentando en frecuencia y/o magnitud, un equipo utilizó datos de satélite de 2003 a 2023 para identificar los focos activos y calcular la intensidad acumulada de un incendio, en lugar de un único momento y lugar.

Así descubrieron que los incendios forestales extremos han duplicado "con creces" su frecuencia y magnitud en los últimos 20 años y que la región terrestre que comprende Groenlandia, Alaska, Canadá, Estados Unidos y la Meseta Central mexicana, así como Australasia/Oceanía, fueron los más afectados por estos eventos.

Los expertos sugieren que esto puede estar relacionado con el aumento de la aridez en estos bosques en los últimos años debido a los cambios climáticos.