Hace un año aproximadamente la Ley 21.561, conocida como Ley de 40 horas, inició su implementación en Chile, reduciendo la jornada laboral de 45 a 44 horas semanales en su primera fase. Esta reforma, diseñada para mejorar la calidad de vida, ha traído beneficios significativos, pero también desafíos que vale la pena analizar.

Entre los aspectos positivos, tal como planteó Felipe Oelckers, director de Ingeniería Comercial de la Universidad Andrés Bello, la reducción de la jornada ha permitido a millones de trabajadores disfrutar de más tiempo con sus familias, hobbies o descanso, sin afectar sus salarios, como garantiza la ley.

La flexibilidad introducida, como las bandas horarias para padres de menores de 12 años, ha facilitado la conciliación laboral y personal.

Más de 5.400 empresas han adoptado el "Sello 40 Horas", implementando jornadas de 40 horas o esquemas innovadores como el 4x3, lo que ha mejorado la satisfacción laboral y, en algunos casos, la productividad.

La posibilidad de compensar horas extras con hasta cinco días de feriado adicional ha sido un incentivo bien recibido, promoviendo un equilibrio más saludable.

Sin embargo, algunas Pymes y sectores intensivos en mano de obra, como el comercio y la construcción, han enfrentado dificultades para adaptar sus operaciones, aumentando costos operativos o requiriendo contrataciones adicionales.

La gradualidad de la ley, aunque bien intencionada, ha generado incertidumbre en ciertos rubros sobre cómo cumplir con las próximas reducciones (42 horas en 2026 y 40 en 2028). Además, la fiscalización estricta de la Dirección del Trabajo ha presionado a empresas con recursos limitados, generando tensiones.

A pesar de los retos, la Ley de 40 horas está transformando el mundo laboral chileno, priorizando el bienestar de las personas (un tópico complejo).

Con ajustes y apoyo a los sectores más afectados, el futuro apunta a un trabajo más humano y equitativo.

"A pesar de los retos, la Ley de 40 horas está transformando el mundo laboral chileno, priorizando el bienestar de las personas (un tópico complejo)".

Nuestra ciudad tuvo dos banderas que flamearon como saludando al nuevo día. Se imponían como manto protector sobre los ciudadanos. Estos tributaban con lealtad y sacrificio. La bandera representaba a la nación. Antes del surgimiento de las naciones, los grupos sociales se representan como un animal planta o piedra.

La primera bandera que flameó fue la peruana. Sus colores blanco y rojo acogían a esta nacionalidad a la larga historia de nuestros vecinos. Recordemos que Iquique era la nueva California que atraía a ciudadanos de todo el mundo. El salitre era el imán. La segunda, la chilena, que reemplaza a la peruana.

Cambiar una bandera por otra, es cambiar de soberanía. Con ello empieza un largo proceso, que aún continúa de chilenización. Se borran los nombres de las calles. Huancavelica es Baquedano. Tacna es Obispo Labbé. Lo que la playa peruana es hoy Ike-Ike. La plaza del Reloj se llama ahora plaza Prat.

Bajar una bandera y subir otra no es un simbolismo cualquiera, es un agravio. De ahí la idea de morir como imperativo ético. Recordar la arenga de Prat ese 21 de mayo.

Pero en Iquique también se han izado otras banderas. En la década de los años cincuenta en son de protesta por el abandono del Estado central, aparecen las banderas negras. En esos años se buscan nuevas actividades. Así se enuncian prospecciones para hallar petróleo, la fábrica de cenizas de soda. Y tantas otras que cayeron en el techo de la basura. Poco a poco va apareciendo la pesca y la primera se instala en Cavancha.

A través del deporte sobre todo en el fútbol, inspirada en nuestros viejos atuendos surgen los emblemas celestes y a ellos se le asocia nuestro animal mitológico: el dragón celeste. Esos colores nos simbolizan y genera respeto. San Lorenzo, el Lolo tiene además su bandera que flamea, todo el mes de agosto. Hoy se sueña por una bandera para Tarapacá.

Iquique es una ciudad embanderada. La bandera más triste es aquella que flamea a media asta. La que nos recuerda que uno de los nuestros se nos ha ido.

"Hoy se sueña por una bandera para Tarapacá. Iquique es una ciudad embanderada".

Bernardo Guerrero Jiménez,, sociólogo y académico Unap

Ayer, pese a ser sábado, se registró un alto flujo vehicular en las principales arterias de la capital regional. La origen era uno: algunos celebraron el Día de la Madre y otros salieron a comprar regalos para las homenajeadas.

Superficie lunar

La vía se subida de calle Teresa Wilms Montt ya no da para más con los hoyos. La cuadra antes del supermercado Lider parece una verdadera superficie lunar ante el constante tráfico e camiones. Urge una reparación urgente de ese "campo de batalla".

Accidentes

El fin de semana comenzó con varios accidentes de tránsito. Desplazarse en un vehículo es una enorme responsabilidad y claramente representa riesgos. Es importante que los conductores entiendan que la velocidad se debe respetar siempre, pero siempre.