El atentado del martes 12 en Turquía vuelve a poner al fenómeno del terrorismo en las primeras planas de la prensa nacional e internacional. Y parece ser, como declaraba uno de los operadores turísticos más importantes de Estambul, que la omnipresencia del terror es algo que no nos abandonará en 2016.
Si tomamos la definición de consenso sobre terrorismo como el "uso de violencia deliberada contra civiles con la finalidad de alcanzar objetivos políticos", en las primeras dos semanas de este año, ya ha habido 25 atentados terroristas, principalmente en Afganistán, Somalia, Irak y Egipto, aunque también en Camerún y la India, ocasionando en conjunto la muerte de más de 180 personas. Si la tendencia se mantiene, este año observaríamos niveles similares a lo que hemos estado experimentando desde 2014, cuando hubo, de acuerdo al Instituto para la Economía y la Paz y al Consorcio Nacional del Estudio del Terrorismo, 32.685 víctimas civiles, producto del terror (en comparación con las 3.329 que hubo en 2000).
Si bien en los últimos 15 años sólo el 0.5% de la totalidad de víctimas de terrorismo pertenecía a países occidentales, lo cierto es que grupos como el Estado Islámico y otros como Jabhat al Nusrah han reorientado su estrategia para incluir a Occidente como blancos probables. Episodios como los de París el año pasado, siendo anormales en un análisis histórico, posiblemente se reiteren este año en alguna ciudad europea.
Por consiguiente, es de esperar que los esfuerzos diplomáticos para resolver los principales focos que alimentan al terrorismo puedan resolverse de forma pacífica. Es suficientemente temprano para poder alterar la tendencia de los últimos años.
Guido Larson Bosco
Docente
Universidad del Desarrollo