La historia de una mesa en la que todos son bienvenidos
Personas en situación de calle llegan cada lunes a un comedor abierto que fue creado por una solidaria pareja.
Desde hace tres años, una pareja instala sagradamente una mesa en calle Esmeralda con Ramírez para brindar un plato de comida caliente a quienes por diversas circunstancias viven en la calle.
La iniciativa surgió ante el cuestionamiento constante de Ema Silva y su compañero Mario Pizarro de cómo poder ayudar, ya que él había trabajado por años en una institución de beneficencia que brindaba el mismo servicio, pero que había dejado de funcionar. No obstante, las personas y sus necesidades seguían ahí y alguien tenía que hacerse cargo de éstas.
La mesa
Así surgió el comedor abierto La Mesa que funciona cada lunes por la noche frente al terminal de Turbus, a un costado de la Catedral, atendiendo entre 25 y 30 personas, entre hombres y mujeres en situación de calle.
Aquí llegan limpiadores de autos, gente que pide dinero en la calle, extranjeros, cesantes y todo quien requiera alimentarse. "No se le niega a nadie, quien quiera comer le damos un plato de comida", afirma Ema, quien añade que inclusive hasta pasajeros han pasado por este comedor.
"Un día llegaron unos mineros que esperaban el bus, se sentaron y comieron y luego preguntaron cuánto era y nosotros les dijimos que era gratis. Ahí nos pidieron disculpas, porque pensaban que era un puesto comida, entonces abrieron sus mochilas y dejaron un montón de colaciones", rememoró Mario entre risas.
La idea de ambos no era llegar y entregar un plato de comida para que la gente se lo llevara, sino que efectivamente los asistentes tomaran asiento y compartieran una cena con otras personas, generando con esto un diálogo franco en torno a la mesa.
No cuentan con personalidad jurídica ni con ayuda de ningún tipo, ya que la mantención del comedor sale íntegramente del bolsillo de sus fundadores, al cual ocasionalmente se suman algunos aportes desinteresados de otros dos amigos, que permitieron por ejemplo brindar una hermosa velada durante la pasada Navidad con un obsequio incluido.
"Hay veces que estamos complicados, pero siempre pasa algo y logramos sacar el comedor adelante", comenta Ema Silva, quien es una pintora autodidacta, que por tradición familiar siempre tuvo esta vocación social.
Por lo tanto, la obra no solo se reduce a un día, ya que durante la semana van pensando en qué comprar para el lunes o pendientes si existe alguna oferta de alimentos.
Recuerda que en la última Navidad contó con la colaboración de una amiga empresaria, quien les aportó con zapatillas de marca, que fueron el regalo para sus comensales.
"Les pedimos que se las pusieran altiro, porque el año anterior descubrimos que algunos las habían vendido, entonces era para asegurarnos que las usaran", relató Mario Pizarro, quien orgulloso, añadió que luego asistían con sus zapatillas nuevas al comedor abierto.
Quienes acuden no lo hacen necesariamente por un plato de comida, sino porque necesitan que los escuchen. "No siempre fueron drogadictos ni alcohólicos, ahí hay un ser humano que tiene vida y para ellos es importante que la gente no tenga rechazo porque está sucio", afirma Ema Silva.
Y así entre comida y comida entre iguales y gente que no los juzga por su apariencia se van tejiendo interesantes historias. "Vieras los debates que se generan, sobre la sociedad, las autoridades, porque muchos de los que están en la calle están por opción propia", dice Mario.
Esto porque en estos tres años, a los que se suman otros dos, cuando la mesa funcionó en la calle 21 de Mayo con Piloto Pardo, les tocó compartir con varios profesionales como abogados, empresarios, profesores, un periodista, un médico y un ingeniero informático, que pese a contar con herramientas sociales para llevar una vida normal llegaron a la calle.
Droga
Tanto Ema como Mario coinciden en que la droga es el principal gatillante para que una persona llegue a la calle, lo cual se cruza en la mayoría de las historias.
"Hay mucha gente de afuera, que vino a Iquique a buscar mejores oportunidades, que se metió en la droga y quedó en la calle. A algunos los vino a buscar su familia, pero otros siguen aquí", cuenta uno de los fundadores del comedor.
La mayoría de sus comensales trabaja en las proximidades de Turbus o El Morro, limpiando y cuidando autos y por las noches duermen en los techos de la Caleta Riquelme.
Opinan que la gente prefiere ignorarlos y solo toman notoriedad cuando ocurre algún hecho policial, como el que afectó al "Messi", el cuidador de autos que falleció a manos de un amigo por un lío amoroso.
"Él venía para acá y nos impactó enterarnos de lo que pasó. Lo mismo con la internación de la "María", ella asistía al comedor y de todos los años que estuvo con nosotros, nunca hizo un escándalo, era muy cariñosa con Mario. Venía, comía, conversaba y se iba y nosotros sabíamos todo lo que hacía", relata Ema, dando cuenta del respeto que todos tienen con la mesa.
Por esta razón, están conscientes de lo frágil de la vida de sus comensales, "porque en la calle todo puede ocurrir y en estos años les ha tocado lamentar la muerte de varios de ellos", concluye Mario.
"No siempre fueron drogadictos ni alcohólicos, ahí hay un ser humano".
Ema Silva,, una de las fundadoras del comedor La Mesa.
"Muchos de los que están en la calle, están por opción propia
Mario Pizarro, voluntario.
En la calle
El último catastro de personas en situación de calle realizado el 2011 por el Ministerio de Desarrollo Social, determinó la existencia de 727 personas en esta condición en Tarapacá, por lo cual se desconoce la realidad actual. Los fundadores de la Mesa, conocedores del mundo de la calle, afirman que este número actualmente se empina sobre las mil personas, solo contando Iquique. Actualmente la región carece de hospederías, ya que solo se cuentan con hogares durante el invierno que funcionan con fondos de gobierno.
30 personas atiende el comedor abierto La Mesa, que funciona los lunes en calle Esmeralda.
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