El sacerdote secuestrado por las Farc agradeció a la "Chinita"
Carlos Julio Barragán estuvo 30 días bajo el ojo de las fuerzas paramilitares colombianas, donde rezaba a la Virgen de La Tirana para su salvación y la de sus compañeros de encierro.
Noches durmiendo al lado de cuerpos de policías asesinados, escasez de servicios básicos o utensilios para comer y la incertidumbre de poder vivir un día más. Esos fueron los 30 días en el "infierno" que vivió el sacerdote colombiano Carlos Julio Barragán Martínez, quien fuera apresado por las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, las Farc, cuando recién estaba ordenado como religioso y donde una estampita de la Virgen del Carmen de La Tirana era uno de los únicos objetos que mantenía su fe y esperanza.
"En septiembre del año 2000 me fui a misionar en el sector donde vivían personas afrocolombianas y allí me retuvieron las Farc. Estuve solamente 30 días, pero fueron como un infierno. Fueron días muy duros, muy fuerte, porque tuve que vivir experiencias muy límites. Tener que dormir en el suelo, comer en las manos sin platos, sin bañarse, se lavaba los dientes con los dedos, la ropa se lavaba en el cuerpo y se dejaba secar allí mismo, porque no se podía quitar, porque no había más", manifestó el religioso.
Pero eso no fue lo más terrible. El sacerdote vio como revoloteaban gallinazos por el sector en el que los tenían en jaulas y al preguntar el porqué de la presencia de las aves, los guerrilleros dijeron que éstas se comían los cuerpos de seis policías que ellos habían matado. "Alegué con el comandante, para que me los dejara recoger, si no era creyente en Dios, por lo menos por humanidad me dejara recoger los cuerpos… Me tocó recoger los cuerpos y ponerlos en bolsas de polietileno. Estaban muy destrozados, sin las vísceras, sin los ojos. Cuando les recogí, el comandante me dijo que tenía que irme a vivir con los cadáveres en el pueblo, que es la casa de la cultura, donde dormí varios días con los cuerpos".
El sacerdote también sufrió la pérdida de tres de sus compañeros de encierro, quienes fueron asesinados por la guerrilla. Entre esos estaba un político con el que compartía el cautiverio y a quien llamaron para la ejecución. "Él sabía que lo iban a matar. Allí me dijo: 'Por favor no deje que me lleven'. Lo tomé con fuerza, pero lo jalaron entre todos y se lo llevaron. A los cinco minutos sonó un disparo... A la gente la ponían de rodillas y le disparaban en la cabeza".
Con fe en la carmelita
A pesar de lo vivido, el padre Carlos Julio Barragán jamás perdió su fe. En el corral donde estaba encerrado con otras nueve personas todos los días rezaba y proclamaba la palabra de Dios a viva voz, para que los otros secuestrados le escucharan y repitieran las oraciones, con el fin de sentirse más tranquilos.
"Yo llevaba la Biblia y estaba en un corral, donde habían cerca de 10 personas secuestradas, éramos como 40, dentro de las que estaban Ingrid Betancourt y Clara Rojas. Y en ese lugar, todos los días a las 6 de la tarde abría la Biblia y hacía oración a grito entero y la gente respondía las oraciones. Me prohibieron en un momento que proclamara la palabra de Dios, pero yo en cambio con más fuerza la proclamaba, aunque me pegaban cuando hacía la oración… No tenía nada qué perder y era para darle fortaleza a los secuestrados y a mí mismo, que estaba muy destrozado".
Además de la Biblia, el religioso llevaba consigo una imagen de la Virgen del Carmen de La Tirana, que le regaló años antes del encierro un sacerdote colombiano que vino a la festividad. Esa estampita hasta ahora lo acompaña y hace que se sienta seguro.
"En el secuestro le pedía (a la Virgen del Carmen) que me liberara, que me dejara salir. Le pedí a ella y a Dios que me hicieran ese milagro y cuando me liberaron, yo le hice la promesa a ambos de venir a un santuario mariano. Nunca me imaginé en esa época que iba a venir a Chile, pero ahora que estoy aquí; nombrado maestro de novicios, por lo que quise venir a dar gracias a la Virgen por ese milagro de liberación", manifestó Barragán.
La primera vez que agradeció a la Virgen del Carmen fue en Colombia, pero él sentía que no era lo mismo, puesto que no fue esa la imagen a la que le rezaba a diario y pedía por la salud de él y los otros. Pasaron los años y el 12 de julio recién cumplió esta promesa de presentarse frente a ella y agradecerle.
"Fui a ver a la Virgen y le di gracias por la libertad, porque hace ya años que quería haber cumplido este deseo de estar con ella. En la imagen guardé un silencio muy grande y le di gracias por esa liberación".
El fin de la guerrilla
Hace pocos días, en la Habana, Cuba, se pudo firmar el acuerdo de paz entre la guerrilla de las Farc y el gobierno de Colombia, noticia que alegró de sobremanera al sacerdote, puesto que más de 50 años de paramilitares están a punto de retirarse y de hacer una nación en paz. Una nación que él espera que en el futuro cure sus heridas.
"Yo tengo familiares que se fueron a Bolivia, porque la guerrilla les cobraba para dejarlos trabajar, es decir la violencia nos ha tocado muy de cerca. A nosotros los marianistas nos mataron un misionero (Miguel Ángel Quiroga) allá en Choco. Ojalá se pueda lograr esa paz y esa paz se dará por la justicia, y el perdón, toca perdonar de lado y lado… A mí me dicen 'usted Carlos Julio no tiene odio contra la guerrilla' y yo digo 'no puedo seguir en ese espiral de violencia, yo ya no tengo nada más que perdonar. A los que hicieron lo que me hicieron, a los que mataron a todas estas personas, a los que mataron a los policías, sino nunca va a terminar esta violencia y va a ser un espiral que va a seguir creciendo".
Y continuó entre lágrimas "si yo no perdono y ellos tampoco, no queda el malestar en esa persona, sino en uno y yo no quiero odiar a nadie, no quiero tener odio contra nadie. Quiero vivir en paz y estar tranquilo siempre".
"En la imagen guardé un silencio muy grande y le di gracias por esa liberación".
Carlos Julio Barragán Martínez