A mediados del siglo pasado, Tomasi di Lampedusa, a través de la novela Gatopardo, es capaz de graficar el proceso final de una época, donde la aristocracia mira con distancia la unificación italiana y como aquellas clases emergentes, ocupan cada día un rol mayor dentro de la sociedad y en la toma de decisiones.
Esta obra, fue recogida por el estudio de la Ciencia Política, extrayendo un diálogo, donde el protagonista, ante la inminente pérdida de poder, declara que "si queremos que todo siga como está, es necesario que todo cambie". No es necesario, con este preámbulo, que explique si lo que experimentamos hoy se aloja dentro del "gatopardismo".
Solo para citar y otorgar proximidad a nuestras necesidades como defensor de la educación pública y regionalista, es que debo precisar que tres demandas claves generadas por la ciudadanía, como es una nueva Carta Fundamental, la elección de un Gobernador Regional con amplias competencias y una reforma a la Educación Superior, solo han sido atendidos con cambios cosméticos, que nos evoca al clásico de la literatura italiana.
En Educación, durante la semana pasada fuimos testigos de esta acción política, al ver como el Senado aprobó el proyecto de la Ley de Presupuestos, que incluye la gratuidad a través de una glosa.
Es decir, a partir de una acción legislativa, desesperanzadora pero esperable, vemos como el Estado continúa sorteando un proceso histórico, donde la ciudadanía busca resignificar el sentido de lo público y el rol que le competen a las instituciones que se deben a ellas y donde precisamente los partidos políticos están más al debe.
Como Universidades del Estado, nuestra lucha no ha estado centrada en atacar universidades privadas, ni singularizar a través de nombres, como si lo han realizado políticos, religiosos y empresarios, a través de sus posiciones de poder.
Nuestra propuesta se centra en impulsar una reforma a un modelo construido en un periodo aciago y de excepción, donde precisamente estaba ausente la discusión y diálogo para alcanzar acuerdos y consensos, que precisamente conforman el "ethos" de las Universidades Públicas.
Hemos naturalizado un proceso, donde nos han hecho creer que la educación es un bien de consumo, cuyo derecho está regido a los usos y gratificaciones individuales, en desmedro de lo colectivo, desoyendo los políticos, las acciones ciudadanas, impulsando reformas de menor intensidad, pero grandilocuentes, de forma que pueda cambiarse todo, pero que al final del día se mantenga todo igual, como en el Gatopardo.
"vemos como el Estado continúa sorteando un proceso histórico".
Gustavo Soto Bringas,, rector universidad Arturo Prat"