Estamos viviendo la Semana Santa, son días que no nos pueden dejar indiferentes, porque en ellos y en Jesús, el hombre-Dios que contemplamos, vemos reflejada lo que quisiéramos fuera de verdad nuestra vida.
Como quisiéramos que nuestra vida siempre tuviera un sentido, tener claridad de por qué y para qué estoy aquí, descubrir la vocación con la cual fui pensado y creado por amor. Jesús tiene claro cuál es su misión, para qué ha venido, qué debe hacer.
Decimos que el hombre es libre, sin duda es su más grande dignidad pero, tantas veces aplastada. Jesús es la libertad: ningún otro ser humano la practicó y vivió hasta el extremo. Fue, en vida, libre frente a las costumbres y prejuicios de su tiempo. Fue libre ante su familia, ante los poderosos, ante sus enemigos y ante sus amigos. Libre frente a los grupos políticos y en el trato digno con las mujeres. Liberó a enfermos y pecadores de sus males. Expuso su mensaje no obligando ni avasallando sino proponiendo que quien lo acoge y vive se libera. Jesús fue libre siempre, también frente a la muerte que a todos nos acecha y alcanzará en un momento, pero él nos muestra una aceptación de ella en libertad, confianza y abandono.
En Jesús y en cada uno de nosotros hay esa parte de misterio que llamamos amor y que solo terminamos de entender cuándo alguien da su vida por aquellos que dice amar. Las madres y padres lo saben muy bien.
Jesús con plena libertad dio su vida para manifestar que el amor es más grande que los egoísmos que podemos cultivar en nuestros corazones, que el perdón puede vencer al odio, y la indulgencia a la venganza, que la discordia se puede revertir en amor mutuo.
Desde Jesús y con Jesús la humanidad tiene esperanza, Él es el hombre nuevo, el que pasó por el mundo haciendo el bien y desatando a los oprimidos por el mal. Hoy a quienes le miramos nos corresponde continuar su obra. En estos días al besar su cruz, hemos de pedirle nos conceda vivir con sus mismos sentimientos, ser capaces de entregarnos, de no ser indiferentes ante el dolor ajeno, de ser mensajeros de paz y reconciliación, de vivir con más abandono y confianza en Dios. Si tratamos de vivir como Cristo habrá más esperanza, y sabremos enfrentar la vida y la muerte con confianza, con sentido, plenamente libres.
"Jesús es la libertad: ningún otro ser humano la practicó y vivió hasta el extremo".
Guillermo Vera Fajardo,, obispo Diócesis de Iquique."