El Estallido Social ha agudizado el deteriorado estado mental de la población, problema mal cubierto por Fonasa y las Isapres. Existe angustia, temor, incertidumbre. Los canales de TV difunden hasta el cansancio las escenas del violentismo callejero, mientras científicos, astrólogos, oráculos y mentalistas comentan cómodos esos pavorosos sucesos en los programas de mañana. Y los políticos ampliamente cuestionados por la opinión pública por ser uno de los grandes culpables de lo que acontece en el país, llevan a cuesta su propia cruz, una muy pesada o bien una menor. Unos participan en diálogos para llegar a acuerdos que hoy se precisan, pero otros se manifiestan obstinados, exigentes, casi cerrándose a toda conversación. Por un lado se trata de tender puentes del consenso sobre un ancho espacio que los separa por intereses partidista y electoreros. Por el otro se muestran filosas hachas ideológicas dispuestas a derrumbarlo. La figura política que más sufre es el Jefe de Estado, sobre él recae un enorme peso por lo que pasa en Chile. Él encabeza un régimen presidencial. Desde muchos frentes opuestos le disparan, tal como lo hicieron los flecheros romanos a San Sebastián.

La población se está viendo afectada por la situación económica por razones externas e internas. En estas últimas tiene que ver con la pérdida de puestos de trabajo por cierre de comercios saqueados por grupos violentistas, además de fábricas nacionales ante la competencia extranjera. Hay menos consumo. Se ha bajado los intereses pero es muy preocupante el sobreendeudamiento de miles y miles de chilenos (as). Repercute la alta carga de los intereses de sus créditos. La banca, financiera, retails, cajas de compensación no han adoptado una política generosa al respecto. Hay que recordar que en la crisis de los años ochenta del siglo pasado el Estado acudió al salvataje de la banca que se derrumbaba, interviniéndola para reorganizarla, cerrándose algunos bancos y financieras. Se le otorgó generosamente el plazo de 40 años para pagar la deuda subordinada, con las debidas garantías para el Fisco. Hace un tiempo atrás un banco pagó adelantado su deuda, ahorrándose una enorme cantidad de pesos, gracias a sus cuantiosas utilidades. Allí está parte del material ciudadano.

Los parlamentarios que tienen una bajísima aprobación ciudadana, ahora se muestran ansiosos para mostrar de una u otra manera de aparecer haciendo cosas para satisfacer demandas sociales, de escuchar el bullicio ciudadano con eslogans y pancartas, miran las encuestas; se ponen cuidadosos en sus opiniones sobre el vandalismo, no desean ser considerados fascistas o reaccionarios; evitan las funas; se renuevan o evolucionan. Otros se manifiestan firmes en su pensamiento duro en el oficialismo. Hoy con divergencias como en la oposición.

De todas maneras con problemas se están despachando leyes y otras están en tramitación. Con diálogo y consenso se puede seguir avanzando. No al obstruccionismo.

Chile pasa por tiempos borrascosos. Se observa con extrema preocupación las acciones deplorables de los adversarios de los acuerdos, la tranquilidad y cotidianidad. Hay que devolver el ánimo y confianza a la población en las instituciones que han mostrado debilidades.

Los Poderes del Estado tienen que fortalecerse en sus deberes precisos. Las medidas de carácter social y económica están en desarrollo progresivo, son inevitables. Tenemos ad portas un plebiscito constitucional que puede llevar a una Nueva Carta Fundamental. El libre ejercicio de la soberanía del pueblo tiene que ser en un clima de orden y respeto.

Aprovechemos la oportunidad que nos brinda la democracia de seguir avanzando hacia un Chile nuevo.

Asdrúbal Pinedo Retamal