Quédate en casa. Por ahora, pon en entre paréntesis a la muchedumbre solitaria que nos hace sentir, falsamente, acompañados. Es tiempo de estar solos, no por egoísmo, sino por los demás. Tiempo de recorrer tu casa. Por muy pequeña que sea debe tener rincones no explorados, cajones semi-abiertos. Música sin escuchar. Libros que esperan para que lo devores. Lápices y hoja en blanco. Recuerda que hay gente que no tiene el espacio que tú tienes. La calle es su hogar.
Relea ese figura de baquelita que decía "La casa chica, pero el corazón es grande". O donde "come uno comen dos". El diccionario de la humildad es generoso.
No se trata de ser místico ni mucho menos. Se trata de pensar en los otros, en nuestros padres y abuelos. No dejemos que la muerte haga su trabajo fácilmente. Quédate en casa, porque si te quedas, podemos, mañana o pasado, salir todos juntos, a celebrar la vida.
Tal vez no tengamos Tirana ni San Lorenzo. No importa, volveremos el año que viene, si la salud se nos da. O sea, si no quedamos en casa.
Hablemos solo. Ya lo escribió Antonio Machado: "el que habla solo espera un día hablar con Dios". Cantemos aunque desafinemos "Gracias a la Vida", "Rocío de la pampa" y la "Reina del Tamarugal". Cuando el agotamiento nos invade entonemos "Si supimos vencer el olvido". Quédate en casa, pero contento, que tus hijos sepan que no hay sacrificio más eficaz que el que se hace con alegría y pensando en los demás. Juega, baila, ríe. Aguantemos, cuando pase todo esto, evaluemos y pasemos la cuenta, a quien corresponda. Entonces exigiremos un hospital de verdad. Algunos nos dejarán, la muerte dejará de ser un número. Lo que escribamos puede ser póstumo.
Luego del duelo haremos una gran fiesta, la de los abrazos que nos debemos, la de los besos que no nos dimos. Conquistaremos de nuevo las calles, aplaudiremos a los funcionarios de la salud pública. Los Wiracochas nos acompañarán.
Hágale caso a la expresión tan iquiqueña, esa que en voz de orden exclama: ¡Déntrese ya!
"No se trata de ser místico ni mucho menos. Se trata de pensar en los otros, en nuestros padres y abuelos".
Bernardo Guerrero,, sociólogo"