OPINIÓN
Instalación del trauma durante la pandemia
A cuatro meses de la declaración de la emergencia sanitaria por COVID-19 en el país, cuarentena obligatoria, toque de queda y tras movimientos sociales ocurridos desde octubre del 2019, en Chile hemos funcionado bajo un estado de alerta, estrés y expectación, los cuales están íntimamente relacionados con el instinto de supervivencia innato y primitivo para la preservación de la vida; pero, ¿qué ocurre cuando ese funcionamiento es prolongado en el tiempo? Si bien, dado el contexto, funcionar bajo el estado de supervivencia parece práctico, a largo plazo puede traer consigo la instalación de posibles traumas y trastornos de ansiedad, como trastorno de angustia, agorafobia, fobia social, trastorno obsesivo compulsivo, o trastorno de estrés post traumático, algunos de los cuales se encuentran insertos en el manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (DSM-5).
La vivencia de un trauma hace referencia a la experimentación de acontecimientos que están fuera del control del individuo, escenario en donde aumenta la activación del sistema nervioso tras una situación que ponga en peligro su integridad física y mental. Debido a esto, nuestras manifestaciones físicas y psicológicas actuales, determinadas por el contexto, son sentidas a través del estrés, ansiedad, hipervigilancia o insomnio, factores que han perjudicado notoriamente nuestro bienestar subjetivo, alimentación, higiene del sueño, vida afectiva y rendimiento laboral.
El objetivo es reflexionar sobre el impacto que trae la pandemia a nuestra salud mental durante la crisis sanitaria y posterior a ella. Al tomar en consideración los posibles efectos que trae como consecuencia una amenaza como esta, podemos ser aún más responsables y conscientes sobre la manera en que elegimos vivenciar esta etapa, evitando prolongar sintomatología asociada a la experiencia del trauma. Para lograrlo, podemos conversar sobre aquello que sentimos, expresar en palabras y acciones nuestros afectos y buscar la manera de acompañar y ser acompañado.
Dada la situación actual, los procesos psicoterapéuticos y de acompañamiento, son de fácil acceso a través de plataformas virtuales, instancias que facilitan la externalización del malestar y la integración de aspectos positivos de sí mismo, recursos que permitirán al individuo fortalecer su sistema cognitivo-afectivo y resolver esta etapa de manera más saludable y adaptativa.
"Podemos ser aún más responsables y conscientes sobre la manera en que elegimos vivenciar esta etapa...".
Piera Lusso Gatica, Psicóloga