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Todo eso lo pasa por alto, pues asume que los intendentes buscan a gente de confianza y él se la ganó, pues fue el conductor de todos y no fue cambiado en 30 años.
EMERGENCIAS varias
Mientras hace uso de sus vacaciones en pandemia, el conductor recuerda todos los eventos contingentes que tuvo que enfrentar, catástrofes, terremotos, lluvias estivales y hasta un estallido social.
Uno de los episodios que recuerda fue con el intendente Patricio Zapata, luego de un terremoto en Chiapa, en la comuna de Huara. El ayudante del jefe regional lo llamó mientras él estaba en Iquique. Tomó el vehículo y se fue hasta el poblado de Huara, donde lo esperaba personal de la Oficina Nacional de Emergencias.
"Cambié de vehículo. Llegamos a Chiapa y las réplicas (...) los caminos en ese tiempo eran delgaditos, llenos de rocas, algunas personas que iban subiendo, lloraban. El estar en un barranco y que te empiecen a caer rocas (...) llegamos y ahí estaba el intendente, en una vivienda. Él, su ayudante y quienes la habitaban. Vino una réplica fuerte y salen los dos, intendente y ayudante, y ambos quedan atrapados en la puerta y ahí ellos viendo quién pasaba primero", relata.
En otra oportunidad la intendenta Luz Ebensperger viajaba a Santiago, pero en pocas horas tuvo que subir con ella hasta Alto Chusmiza pues había nevado y algunas personas estaban afectadas.
La dejó en el aeropuerto y cuando llegaba a la rotonda Chipana en Iquique la autoridad regional lo llamó. "Me dice 'Carlitos, ven a buscarme, porque está la embarrada'. Había un bus atrapado con personas, entonces pasamos por la casa, se cambió de ropa y ahí yo llegué con mi terno", dice.
Pocas veces debió estar listo para echar a correr el motor en actos públicos. "Con la intendenta Ebensperger una vez me tocó salir por la puerta chica, porque en Hospicio estaban bravos. Fue en una visita. Uno no tiene que perder la calma. Hay que salir rápido, pero sin dañar a nadie. Me tocó otra ocasión con otro intendente (Mitchel Cartes en la Plaza Prat), también lo saqué de ahí. Y con Patricio Zapata en el Terminal Agro. Esa vez vi a una señora que andaba sospechosa. Veo que mete su mano en la cartera y saca un frasco, levanta la mano y se desparrama ácido que le iba a tirar al intendente, pero alcancé a agarrarla", recuerda.
DE viaje AL SUR
Son varias las anécdotas de Carlos Gallardo. Un día, dice, se quedaron en pana en Putre y tuvo que ir a la posta a pedir una botella de suero y una sonda. Con eso se las ingenió para mover el vehículo.
"No había otra forma y de ahí me vine por lo menos unas ocho, diez horas, desde Putre a Iquique. Eran los primeros vehículos con inyectores, entonces andaba un poco, me tenía que bajar, rellenar el frasquito con combustible y seguía", narra.
El año 2008 también fue de largas rutas, cuando hizo un recorrido de 6 mil 600 kilómetros por los corredores bioceánicos que unen Iquique con Brasil. Sin embargo, ninguna ruta será tan larga como la que hará cuando viaje al sur, y no por la distancia, sino porque dejará atrás aquellas historias.
Debe viajar a Auquinco en la comuna de Chépica. Así se lo prometió a su esposa, pues ella nació en la zona. Allá irá a "disfrutar más que a descansar".
"Las nuevas generaciones han cambiado mucho y esto va más por el lado de cómo uno ha sido forjado. Si en la vida las cosas se toman al lote, nunca te vas a preocupar de hacer tu trabajo bien. Nunca me gustó que me estuvieran buscando, yo siempre estaba ahí. Ningún intendente llegó atrasado, a ninguno lo dejó el avión. Ser funcionario del Estado es precioso, pero cuando realmente lo sientes. Muchas personas actualmente ven el trabajo de servidor público como un trabajo seguro, esperando que llegue la fecha del pago, pero no hay una entrega total y sincera. Yo dejé a mi familia durante todos los años en que fui funcionario de Estado desde el año 86 hasta junio de 2021", agrega.
No obstante, el trabajo no lo es todo. En Iquique también atesora historias de vida. El 20 de mayo de 1979, en la víspera de las Glorias Navales, le pidió pololeo a su esposa en el Marinero Desconocido.
Fue justo para el centenario del Combate Naval. Ella le dijo que lo tenía que pensar. "El 21 fuimos a la romería de la Boya en el mismo sector del Marinero, con el buque Escuela Esmeralda y la escuadra nacional de fondo a las 12.10. Ahí le insistí si lo había pensado y me respondió que sí", cuenta.
El 81 se casaron y en abril cumplen 40 años de matrimonio. "Fiel esposa, muy buena madre y mucha paciencia. Debiera hacerle más que un altar", dice, entre risas. Ahora tiene dos hijas de 38 y 30 años y un nieto de 20.
Hoy hace esfuerzos por volver a ser un esposo y un padre. Le gusta cocinar y cosas tan simples como ir a comprar el pan. Antes ni siquiera disponía de su tiempo. Si descansaba y lo llamaban, debía partir.
"Nunca me gustó que me estuvieran buscando, yo siempre estaba ahí. Ningun intendente llegó atrasado".